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Informativo Virtual Nº 1490
¿Qué puede decir, el soldado o el policía con jefes insensibles o cobardes que abandonaron a su suerte a sus subordinados?
¿Qué puede decir, el padre del policía Vilca con jefes indolentes o cobardes que abandonaron a su hijo como un perro?
¿Que podemos decir cuando el presidente Ollanta Humala prefiere irse de viaje de placer al Japon pese al grito de boten a esos ministros?
Entonces ¿podríamos concluir afirmando en que SER POLICIA O SOLDADO , puede ser rentable para ser practicado?
Definitivamente la respuesta es obvia. La decepción no puede ser más evidente si revisamos la historia del suboficial PNP César Vilca que contiene una estremecedora verdad que constamos todos los peruanos.
- Escribia rocio Silva Santisteban:
- Escribía Juan Sheput:
Nunca antes se ha visto que un Ministro, Daniel Lozada, salga escondido mientras la gente lo expulsa de un sepelio. Y nunca antes se ha escuchado a ciudadanos exigiendo a un presidente que bote a un ministro. Sin embargo Ollanta se niega a escuchar y prefiere irse de paseo al Japón”.
El siguiente es un artículo que amerita que el presidente escuche al pueblo. Es un error insistir en incapaces que con su desordenado accionar fortalecen al terrorismo.
- La cobardía va de la mano con la traición
El suboficial PNP César Vilca fue abandonado por sus jefes en el infierno del VRAE
La historia del suboficial PNP César Vilca contiene una estremecedora verdad para todos los peruanos. Su heroísmo nos permite visualizar que vivimos en un país donde la hipocresía, la pose figurativa, la cobardía y la perversidad es el pan de cada día en autoridades políticas y también en jefes policiales y militares.
“Indignante lo que han hecho con mi hijo”, dijo Dionisio Vilca al general PNP Salvador Iglesias Paz, jefe de la Dinoes (Dirección Nacional de Operaciones Especiales), resumiendo el vía crucis por el que atravesó su hijo, solo, abandonado a su suerte en una penosa agonía que terminó con la cruel y salvaje masacre por parte de los narcoterroristas.
Indefensos ante
los terroristas
Esas breves expresiones resumían la desidia del aparato político y militar, desde el doce de abril por haber desatendido a los dos jóvenes policías que fueron dados por desaparecidos.
Primero, porque tanto Vilca como el suboficial Luis Astuquillca Vásquez, al descender del helicóptero cuando participaban en la operación ‘Libertad’ para rescatar a trabajadores de Camisea, fueron abandonados por sus superiores, huyendo del escenario de confrontación y dejándolos indefensos ante el ataque de los sicarios, autodenominados subversivos.
Luego sobrevino lo peor. El Ministerio del Interior y el Ministerio de Defensa en manos de dos advenedizos, hombres del entorno del presidente del Consejo de Ministros Óscar Valdés Dancuart, informaban sobre la operación “Libertad”, señalando un éxito rotundo contra los terroristas.
Alberto Otárola, ministro de Defensa y Daniel Lozada, ministro del Interior, disfrazados como militares, al igual que el presidente de la República, Ollanta Humala (incluso con revólver al cinto), se apersonaron a Kiteni para montar un espectáculo triunfalista, mientras que a esa misma hora en el corazón de la selva los suboficiales Luis Astuquillca Vásquez y César Vilca se defendían ante numerosos atacantes, no solo defendiendo su vida sino la de todos los peruanos.
Cobardía y traición
“Indignante lo que han hecho con mi hijo”, cierto, muy cierto don Dionisio Vilca porque esa frase les debe retumbar en su mente toda la vida a todos los que resulten responsables de la cobardía y de la traición.
Allí el piloto del helicóptero que dejó a los jóvenes en medio de fuego intenso y que emprendió la retirada; también pusilánime el piloto de la otra nave de apoyo y todos los jefes que desde la oficina impartían órdenes de alejarse de la zona en conflicto, contraviniendo las más elementales normas de rigor de la guerra asimétrica.
Las declaraciones del joven policía sobreviviente, Luis Astuquillca Vásquez, deben ser realmente esclarecedoras y por eso lo mantienen bajo vigilancia en el hospital donde ha sido sometido más a interrogatorios intimidatorios que a su salud resquebrajada.
“Estuve con César hasta el domingo”, dijo escuetamente; es decir, durante tres días soportaron el ataque enemigo, en las peores condiciones y desventajas. El apoyo nunca llegó, conociendo los jefes militares, los ministros y el mismo presidente de la República el lugar exacto donde fueron abandonados.
“La última noche dormí abrazado a él, porque me dijo que sentía mucho frío y estaba convulsionando”, manifestó con sumo dolor y luego narra que cuando fue a buscar una chompa fue alcanzado por dos balas. Una en la pierna y otra en el antebrazo, comentándole del hecho César Vilca que presentaba un cuadro agónico por la abundante pérdida de sangre.
“Sálvate”, fue lo único que le dijo y Luis Astuquillca Vásquez emprendió la retirada que se prolongó por más de 17 días en la oscuridad de la selva virgen.
Fracaso militar
Y mientras César Vilca era ubicado y mutilado por los narco sediciosos, Astuquillca vivía un calvario en medio de las marañas del bosque desconocido para un joven limeño de 22 años, en tanto en Lima los diarios oficialistas celebraban el éxito de la operación ‘Libertad’, sin presagiar que la verdad se abriría a toda luz desde la aparición del suboficial.
Los senderólogos autotitulados, los comentaristas televisivos y los ministros del Interior y de Defensa daban cuenta de las ‘incesantes operaciones’ en la zona donde habían sido declarados desaparecidos los dos suboficiales. Nada más falso porque la zona fue desmilitarizada a medida que transcurrían los días como una acción de complicidad del Estado con los narcotraficantes.
Solo a 300 metros del lugar donde fueron abandonados
El padre de César Vilca en un derecho irrenunciable, de inmenso valor destinado sólo para los hombres de coraje, tomó la búsqueda por cuenta propia ya que los jefes militares y los ministros de Defensa y del Interior proseguían mintiendo en nombre de la ineptitud.
Don Dionisio Vilca recuperó el miércoles el cuerpo de su amado hijo en las entrañas de la selva a tan solo 300 metros de distancia donde fue abandonado por el helicóptero. Es decir, si el Gobierno hubiera demostrado voluntad habría recogido mediante un operativo especial, a los jóvenes heridos, no muy distante del lugar donde fueron abandonados.
Ahora abundan los discursos, las lamentaciones y el pesar general. La muerte de César Vilca ya no tiene reparo. Nada le alcanzará justicia, más allá de la justicia divina, porque Dios lo debe haber acogido como uno de sus hijos predilectos. Su temprana desaparición que determinará la renuncia de dos ministros como mínimo y la remoción de varios jefes policiales y militares, no será borrada de la memoria de la población. Nos sumamos a la indignación de Dionisio Vilca y de sus familiares. Nos sumamos en el dolor de padre y en la ira contenida que llena los corazones de todos los peruanos, en casos tan condenables como resultan la cobardía y la traición.
Descansa en paz, César Vilca. El Perú no te olvidará, joven ejemplar.
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