domingo, 23 de octubre de 2011

La economía y la política

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Informativo Virtual Nº 1073
La primera Publicado: Domingo 23 de octubre del 2011

Carlos Alonso Bedoya
Algunos creen que las decisiones económicas de un país son eminentemente técnicas. Eso no es verdad. Peor aún, hay quienes creen que la economía es una ciencia exacta y por eso hay cosas que no pueden cambiar. En realidad, las decisiones económicas son política pura con alto contenido jurídico.
Cuando Alan García promovió la suscripción del Acuerdo del Pacífico con México, Chile y Colombia, y los presidentes de esos países vinieron a sellar esta especie de súper Tratado de Libre Comercio (TLC) en Lima; lo que estaba haciendo era operar para Estados Unidos, puesto que los cuatro países involucrados tienen un TLC con el gigante norteamericano, y también con Centro América, constituyendo en la práctica el renacimiento del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que todos creíamos muerta en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata en el 2005.
Al mismo tiempo, Estados Unidos partía SudAmérica en dos, para pararle el macho a Brasil y su Unasur, haciendo que sea imposible un pacto comercial entre los bloques del Mercosur y los países de La Comunidad Andina (CAN). Pura lucha hegemónica entre dos grandes. Además, se estaba alistando el camino para un TLC mayor: el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP).
Y ahora que se está celebrando en Lima la novena ronda de negociación del TPP, (el acuerdo de libre comercio entre los países del Foro de Cooperación Asia Pacífico - APEC), tengo la misma sensación de que, más que promover el comercio, se trata de consolidar un espacio donde Estados Unidos defienda la hegemonía que la crisis global le ha puesto en cuestión.
Barack Obama se mostraba totalmente opositor a los TLC durante su campaña electoral. Especialmente a los que empezó a negociar, pero no culminó, la administración Bush. Y como nos recuerda el especialista Manuel Pérez Rocha, Obama tenía especial rechazo al capítulo de inversiones por considerarlo perjudicial para los intereses de los sindicatos estadounidenses. Pues bien, hace poco suscribió los TLC con Corea, Panamá y Colombia que su predecesor había encaminado.
La razón es bastante política: necesita el apoyo de las grandes empresas norteamericanas para su campaña de reelección. Y esa es la misma motivación por la que las negociaciones del TPP han tomado la velocidad de crucero.
En el TPP, Estados Unidos quiere mejores condiciones en temas como el de propiedad intelectual y acceso a medicamentos que las que consiguió para sus transnacionales con sus TLC bilaterales; al mismo tiempo que pasa a liderar la costa pacífica de todo el hemisferio americano (salvo por Ecuador), recordándole a Brasil quien manda aún en estas tierras.
Lo que no tiene sentido es que, en medio del segundo embate de la crisis global (donde el neoliberalismo del “mercado se regula solo” entra en trompo nuevamente), sigamos con la misma política comercial que la que se fijó hace diez años. Las mismas reglas de juego pre crisis se siguen imponiendo en las mesas de negociación.
Ya es momento de promover un debate nacional sobre este tema, tomar el toro por las astas y dejar que la inercia económica siga imponiéndose en el Perú

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