sábado, 9 de noviembre de 2013

BIOGRAFÍA FALAZ DE MARTHA CHAVEZ POR CESAR HILDEBRANT

UNA BRILLANTE DESCRIPCION DEL PERFIL DE MARTHA CHAVEZ
¿Cuánto tardaría en redactar un articulo así? Tal vez días  meses pero sin lograrlo. Es que Don César es simplemente extraordinario, tendrías que leerlo para comprobarlo. Lo único cierto es que  Disfruto de sus artículos publicados en el Semanario Hildebrand en Su Trece.
Es genial como lo evidencia su polémico articulo: Biografía Falaz de Martha Chavez. Martha la hiena rabiosa fujimorista que tiene el alma podrida y cuyo rostro expresa esa mirada que parece maldecir a todos.
continuación adjuntamos el articulo de Don César Hildebrandt publicado en el Semanario  Hildebrand en Sus Trece: 
BIOGRAFÍA FALAZ DE MARTHA CHAVEZ POR CESAR HILDEBRANDT
César Hildebrandt escribió esta biografía falaz de Martha Ch. hace dos semanas para Hildebrandt en sus trece.
César Hildebrandt escribió esta biografía falaz de Martha Ch. hace dos semanas para Hildebrandt en sus trece: "Martha Ch. fue expulsada de su lago amniótico una noche de brujas. Su santa madre, llamada Ágata, había tenido un accidente de escoba que precipitó eso que apenas pudo llamarse parto.
Martita nació fea. Fea aun para los estándares de las brujas. Pero, sobre todo, nació mala, retorcida como un quipu, verrugosa como Hermelinda Linda, grasienta como una patita con maní.
Odió el bien desde muy niña y la belleza, o cualquier cosa que se le pareciera, casi desde antes de nacer.
Vino marcada. Porque la fealdad extrema, en algunos casos, es destino. 
De modo que Marthita se pasó la vida maquillando ese rostro que la avergonzaba, achicando con trucos ópticos esa boca que parecía un descuidado buzón de Sedapal y cubriendo con una gruesa base los volcanes de sus inflamaciones faciales.
Pero su inquieto espíritu no la dejaba en paz. Fue una secretaria gris con un sueldo mediocre y después una abogada mediocre sin sueldo porque jamás ejerció, pero su alma en llamas le decía:
-Tú estás para más. No te conformes.
De modo que esperó. Se marchitó esperando. Y cuando su fealdad llegó a llamar la atención de los productores de “Pesadilla en Elm Street”, cuando los músculos se le habían zafado del esqueleto y las verrugas habían ascendido a cordilleras que cualquier piojo montañista hubiese querido escalar, entonces llegó el Gran Día. El día D mierda. Ya lo saben: subió al poder Mekago Hentorito.
Hentorito no la atrajo mucho en su primera fase. Pero la excitó hasta el séptimo cielo cuando dio el golpe de Estado. Y se enamoró perdidamente de él cuando, desatado y más ponja que nunca, hizo lo que Marthita había soñado siempre que debía hacerse con este país de indios y cholos pezuñentos.
-Decreto el olvido para los crímenes de Estado, derogo la democracia, cancelo la ley de la relatividad, suprimo el Congreso, destituyo las bienaventuranzas, omito la Contraloría, ceso al Tribunal Constitucional, consagro el sálvese quien pueda y me nombro Emperador Vitalicio –vociferó Mekago Hentorito en aquel famoso discurso de autoinvestidura.
Marthita fue atacada por aquello que Meg Ryan interpretó con gemidos de soprano de coloratura en 'When Harry met Sally' y cayó al piso desmayada. Al día siguiente, a primera hora, hizo cola en el SIN para besar la mano de Vladimiro y pedirle un sitio de honor en la gavilla. Cuando Vladimiro la vio, se desilusionó. Creyó que Marthita, cuya voz en el teléfono había sido agradable, era una hembra abordable y se encontró con un súcubo que sólo podía competir con la Pinchi. 
-¿Para qué soy bueno, doctora Ch.? –preguntó Vladimiro.
-Yo puedo aportar mucho en este proyecto –respondió Martha.
Al poco tiempo se casó con la satrapía, adoptó el odio, se dejó manosear por el crimen, conoció a los Colina, calumnió cadáveres, esparció su aliento a anchoas en el Congreso, sostuvo la ley de amnistía y adoró a Hentorito como no lo había podido hacer jamás la triste Higuchi.
-Haré del Perú un monumento al miedo y a la humillación, me vengaré de mis compatriotas saqueados en 1942, destrozaré este país que maltrató a mis padres, escupiré el idioma que jamás pude hablar –decía Mekago Hentorito en la intimidad.
Martha lo escuchaba al borde de ser, otra vez, una Meg Ryan conociendo a Harry (el sucio).
Y vaya que Marthita aportó. Donde Hentorito ponía el cuchillo, ella ponía la justificación. Donde Hentorito saqueaba, ella decía que eran ingresos propios. Donde Hentorito arrasaba con las instituciones, ella lanzaba el salvavidas del 'estado de urgencia'. Marthita fue la primera dama de la banda. La penicilina se la tiene jurada."  

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