Informativo Virtual Nº 78
CODECI-CN
jueves, 06 de septiembre de 2007
¿Son los jóvenes el futuro del país?
Para que esto se cumpla y funcione es importante promover desde ya su participación en los problemas de nuestra sociedad, oportunidad también, sobre los problemas que enfrentan. Los jóvenes en nuestro país sobrepasan los 6 millones y casi la mitad están en situación de pobreza. Y si agregamos, que del total que egresan de la universidad menos de la mitad trabajan en su profesión, la situación es mas que preocupante como lo es el hecho que solo logran ingresar a la universidad aproximadamente el 2 % del total de postulantes y de este total egresan aproximadamente el 19%.
Sin embargo, el l Perú es un país en el que todo esta por hacerse. Por ello, pensar en el futuro, es pensar en su presente por que son muchos los niños y jóvenes de nuestro país que esperan su oportunidad para encontrar el camino que haga del Perú un país de emprendedores.
Dentro de este contexto los adultos antes que preocuparnos por la juventud, debemos ocuparnos de ella por que representa el futuro y el presente de nuestro país.
Sobre el particular, merece especial atencion la opinion del destacado periodista Señor Cesar Hildebrandt, columnista del Diario La Primera.
DIARIO LA PRIMERA
César Hildebrandt
Divino tesoro
La juventud es esa época en la que soñamos hacer aquello que en la vejez lamentamos no haber hecho.
Jean de la Bruyere, que escribió un montón de aforismos inútiles, acertó quizás con este: “La mayoría de los hombres emplea la primera parte de su vida en hacer desgraciada el resto de ella”.
Y ya no digamos nada de los que piensan que los jóvenes tienen derecho a todo, que la lozanía otorga todas las patentes y que amamos a las jóvenes por lo que son y a los muchachos por lo que prometen ser.
Todo esto viene al caso después de leer a esa flor de parlamentaria que es la señorita Luciana León Romero. Como se sabe, ella escribe en un diario lo que brota de su inteligencia, que es mucho y válido. Fatalmente, lo hace cada semana y no a diario, como muchos quisieran y demandan. Veamos un ejemplo de su prosa:
“¿Cuál es entonces el reto? Primero, no olvidar el pasado. Segundo, mirar con optimismo el futuro. Tercero y fundamental, aprovechar el presente.”
Así escribe esta Rosa Luxemburgo de Alfonso Ugarte.
Y añade, más filósofa que nunca:
“Hoy todos los peruanos debemos trabajar con responsabilidad, con sentido de país, unidos trabajadores, profesionales, empresarios y gobernantes”.
Con lo que a la originalidad del contenido suma la audacia de su sintaxis y esa vibración castelariana que sólo habíamos podido imaginar mirando fotos de la Pasionaria, que fue heroína de la palabra también y a su modo.
Es imposible no citarla de nuevo (citarla en el buen sentido, claro está):
“Nuestro compromiso como políticos es contribuir a dignificar la política”.
Cuando leí esa frase pensé en la mediocridad con la que antes, antes de conocer a Luciana León como prosista, me había satisfecho. ¿Por qué no la había leído antes? ¿Qué clase de infortunio me había impedido encontrarme con tanta luz?
Y la seguí devorando (en el mejor sentido, por supuesto). No salía de mi asombro.
Respondiendo a una propia pregunta (¿qué hacer?, toda leninista ella), esta cumplida promesa intelectual del aprismo del siglo XXI se contesta:
“Trabajar para hacer del Perú un país desarrollado, reto que el presidente Alan García ha planteado como meta para este periodo de gobierno”.
¿Y acaso puede haber duda de que en estos cinco años de García llegaremos a ser un país desarrollado? ¿Es posible ser escépticos si el Apra cuenta con esta juventud brillante que todo lo puede y que nos llama a la acción? ¿No dan ganas de ponernos el overol y salir a las calles cantando la marsellesa con minúsculas, pensando en el ejemplo de Agustín Mantilla?
Yo había leído a la Beauvoir con goce, a Rocío con ganas, a Sonia Luz con nostalgia, a la Yourcenar con los ojos muy abiertos, a la Bronte con impaciencia, a la Christie con cálculo, a Ricarda Huch con cierto aburrimiento, a la Sagan excitándome, a la Nin con sorpresa y a la pequeña Lulú con absoluta entrega.
¿Qué decir de Luciana León Romero?
¿Acaso que convierte a la Storni en chancleta?
¿Acaso que avergonzaría a esa otra suicida apellidada Pizarnik, la que escribió eso de “mi cuerpo mudo se abre a la delicada urgencia del rocío”?
¿Cómo describir la emoción literaria que produce leer a Lucianita?
¿Cómo agradecerle al partido de Velásquez Quesquén que nos haya (o no Haya) bendecido con esta hechura japista?
¿Cómo pedirle al altísimo (el doctor García, claro está) que haga justicia con este fruto jugoso de la intelligentza posmoderna?