domingo, 25 de junio de 2017

DESGARRADOR RELATO DE DOLOR SOBRE LOS JÓVENES DESAPARECIDOS EN EL INCENDIO DE LAS MALVINAS

Una muerte anunciada podría ser  el encabezamiento de esta nota para describir lo que nunca debió ocurrir:  la muerte horrenda de cuatro jóvenes, encerrados con llave en el interior de un conteiner.
Como lo señala Don Cesar Lévano: “Todos ellos son héroes y mártires del trabajo, víctimas de la época económica neoliberal, que bajo Alberto Fujimori eliminó derechos sociales básicos y con la pareja Ollanta Humala-Nadine Heredia prolongó la línea anti laboral y se negó a aumentar el salario mínimo”.
Por desgracia, esas  son las condiciones de trabajo  que hoy predominan en nuestro país.
A continuación  el desgarrador relato de un dista  sobre los jóvenes desparecidos en el incendio de Las Malvinas:

"Perdónanos, Jorge, porque nuestra informalidad te hizo perder la vida": El incendio en Las Malvinas bajo la mirada de un periodista

PERU 21 Domingo 25 de junio del 2017 | 13:45

Pablo C. Vilcachagua, periodista de Perú.21, reflexionó sobre las posibles víctimas de la tragedia, quienes trabajaban en condiciones inhumanas, encerrados en containers.

·Ayer te decían Jorge, hoy no se sabe si eres Luis o Jovi, o los tres

Pablo Vilcachagua @pablovil

LO SIENTO
Ya ha pasado casi tres días y las imágenes no se me borran, se endurecen y permanecen golpeando mi mente. El joven como puede saca su mano de la ventana de un container, lanza fluorescentes, tira palos, hasta un polo verde. Grita, llora, sufre. El humo negro apenas lo deja ver. Abajo, su madre llora impotente dejando una escena suplicante, dice que hace un rato recibió una llamada suya. Le contaba, probablemente tosiendo, que estaba encerrado con llave, que no podía salir. Su jefe lo había aprisionado como todos los días.
Ayer te decían Jorge, hoy no se sabe si eres Luis o Jovi, o los tres. Aún no se conoce tu nombre, pero sí que tu jefe te encerró, que ese malnacido, aparte de hacerte trabajar en condiciones infrahumanas, se iba dejándote adentro trabajando con la puerta cerrada con un candado. ‘Cómo decirle algo, mamá, si tú sabes, chamba es chamba’, seguro le dijiste a ella con aire a despedida. Qué huevos Jorge, tremendos huevos para meterte a trabajar en algo así para conseguir plata para tu hija. Imagino esos segundos de dolor, aspirando nada más que humo negro, y se me parte el alma.
Lo siento porque apenas tenías 21 años. Tengo un hermano de esa edad y me duele de solo pensar. Quizás, por las circunstancias, haya terminado como tú, trabajando en esas condiciones. Pero me duele más porque tu muerte es algo con lo que cargaremos todos, TO-DOS. El presidente, alcalde, jefe de Defensa Civil, el congresista, el ministro, el dueño del local, el guardia, el reportero, el vecino, tu jefe, yo y tú. Porque dime, Jorge, ¿acaso nosotros no vemos a diario que la informalidad reina en nuestra vida? ¿Acaso no nos quedamos callados al ver cómo ese tipo bota la basura por la ventana de su carro o a la vecina tirando su bolsa en medio del parque? ¿No cerramos los ojos cada vez que un amigo le paga a un policía una coima por manejar sin SOAT o en el club hacen un baño solo para empleadas? ¿No nos matamos de la risa mientras contamos cómo le sacamos la vuelta a la Sunat o cómo nos quedamos dormidos en el Metropolitano para no dar asiento? Así es, Jorge, así siempre ha sido y nos creemos los más pendejos del mundo. ¿Por qué cambiar eso? Eso no es popular, para nada. Popular es hacer un by-pass en seis meses, hacer la gran fiesta de aniversario de tu distrito, salir con una modelo, pelearse por el pisco o sacar a un presidente de la cárcel. Eso es popular, Jorge. Tu vida y la de tus compañeros no, ya te diste cuenta. Si no le importaba a tu jefe, ¿por qué crees que al alcalde sí?
Perdónanos, Jorge, porque ha pasado un día y me sigo preguntando qué habría pasado si no hubieses sido tú, sino el presidente quien estuviese dentro del container. No me imagino a los familiares del mandatario implorando que lo saquen, pero, bueno, así es el Perú, Jorge. El Perú que se alegra y se siente orgulloso por tener la mejor comida del mundo, pero que es incapaz de tener a los empleados de los restaurantes con un seguro digno. El Perú de nuestros abuelos y padres, y que aguarda con ansias cualquier pleito con Chile para sacar el falso patriotismo. El país que sueña e invierte pensando en ir al Mundial desde hace 40 años, pero que no logra subir ni un puesto en educación desde hace 50. Qué lindo, carambas, qué envidia deben sentir los demás países de nosotros, ¿no?
Qué ironía, hermano, hoy, mañana y, si tienes suerte, hasta la próxima semana continuarás siendo portada de los diarios, pero en julio ya nadie se acordará de ti, ni de tu madre ni de tu hija. Ni siquiera descansarás en paz porque tu jefe, a estas horas, ya debe estar fuera del país, el alcalde continuará lavándose las manos y cualquier juicio demorará años enteros en algún juzgado hasta que algún otro vivo vaya a quemar los archivos. Nosotros también haremos poco, ni lo dudes. Nos indignaremos y lloraremos, pero mañana, tempranito, seguiremos tomando esa combi o colectivo informal para ir al trabajo y más tarde iremos a comprar a ese localcito en Gamarra apilado de cajas, obviamente apuraditos para que no nos pase nada. ¿Piensas que ahora por fin sí cederemos el paso a una ambulancia o a los bomberos?

Lo siento tremendamente, Jorge, porque ya pasaron tres días y hasta ahora no hay responsables. Ni siquiera un congresista se ha acercado al lugar. Los bomberos, como pueden, te siguen buscando y hacen su mejor esfuerzo, eso ni lo dudes, pero ya es casi imposible encontrarte con vida. Pasan las horas y tu mamá ya está derrumbada de dolor. Perdónanos, Jorge, porque nuestra informalidad te hizo perder la vida. Nada te traerá de vuelta. Roguemos que no seas olvidado y gracias, porque también has hecho mucho: nos ayudaste a desnudar que no somos más que un país podrido, cimentado en containers informales que se queman a diario.

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