sábado, 23 de abril de 2011

EL PUEBLO QUIERE CAMBIOS Y NO RETORNO AL PASADO FUJIMORISTA

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Informativo Virtual Nº 768


DETALLE: REPRODUCIMOS LA SIGUIENTE NOTA  PUBLICADA EL 17-04-11 POR SU CONTENIDO PROFUNDAMENTE REFLEXIVO

 
HUMALA SE PASA AL CENTRO
Por: Por César Hildebrandt
  • ¿Sucederá lo mismo que en el 2006? Es decir, ¿po¬drán cundir otra vez los miedos? ¿Aceptará la gente, intoxicada por la nauseabunda televisión, que la cari¬catura valga más que el retrato? ¿Se podrá vender bien a K. Fujimori, la dama china del tablero de los Krugery los Chlimper?
  • La gente pide cambios. No pide apocalipsis. Quiere que haya menos injusticias. No quiere venganzas sociales. Quiere que el Estado arbitre. No quiere una economía sovietizada. Aspira a la esperanza y no al odio.
Las elecciones del domingo 10 han voceado algo. El problema es que hay sectores del país, educados en el conservadurismo blindado, que hace tiempo que no oyen. Por eso es que un vasto ho¬micida como Abimael Guzmán tuvo un día la maldita ocurrencia de hablar con dinamita. El trinitrotolueno sí que se hace escuchar. Tuvimos que cruzar varios ríos de sangre para salir del atolladero.
Entonces cuando Guzmán estuvo preso y sus huestes de hechura camboyana derrotadas, la derecha volvió a pensar que el Perú era su chacra. Y con la ayuda de un populista que nada de liberal tenía -me refiero a Alberto Fujimori- arrinconó a los sindicatos, vendió a precios de liquidación las empresas del Estado y profi¬rió una Constitución que privilegia la inversión foránea frente a la industria y agricultura nacionales.
Todo iba bien porque Toledo se pasó sus cinco años llevando cemento al hombro para construir el segun¬do piso del fujimorismo (fueron sus palabras) y luego García tomó la posta y se situó a la derecha de Gengis Khan. Claro, hubo un pequeño inconveniente: en el in¬termedio hubo un gran susto: un ex militar con mala facha y promesas de cambio había ganado la primera vuelta y había perdido con las justas la segunda.
Allí estuvo el primer ulular de los bomberos. Pero la derecha no lo escuchó. Y aplaudió a García no sólo en lo bueno que hizo -que algo hizo- sino, sobre todo, en lo malo: más corrupción, más asistencialismo en vez de empleos, más sumisión rastrera a todo lo que no fuera peruano, más derechismo que con Odría.
Felices estaban en esta Little Lima cuando, de pronto, el cuco se aparece de nuevo. Y vuelve a ganar en la primera vuelta.
¿Sucederá lo mismo que en el 2006? Es decir, ¿po¬drán cundir otra vez los miedos? ¿Aceptará la gente, intoxicada por la nauseabunda televisión, que la cari¬catura valga más que el retrato? ¿Se podrá vender bien a K. Fujimori, la dama china del tablero de los Krugery los Chlimper?
La gente pide cambios. No pide apocalipsis. Quiere que haya menos injusticias. No quiere venganzas sociales. Quiere que el Estado arbitre. No quiere una economía sovietizada. Aspira a la esperanza y no al odio.
Al cerrar esta columna le pregunté a un humalista hasta dónde están dispuestos a ceder para espantar al miedo. Me dijo sinceramente: "Hasta donde sea nece¬sario pero sin comprometer nuestra política de redistribuir mejor la bonanza".
¿Y dónde está la frontera de lo necesario? Pues ese es el gran asunto, el candente dilema que el nacionalismo intentará enfrentar con éxito.
Por supuesto que no tendrá éxito alguno si permite que algunos de sus voceros metan la pata. Y aquí quiero referirme a Carlos Tapia. Este buen señor tiene problemas de salud relacionados con el sistema circulatorio cerebral. Se está recuperando, pero es un proceso lento. El humalismo cometió una falta grave al permitir, por un olvido casi administrativo, que Tapia conservara la calidad de portavoz partidario, privilegio que le fuera concedido en el 2006, cuando reemplazó a un desbocado Abugattás.
El Partido Nacionalista parece eufórico. Algunos congresistas del PPC han llamado, por lo bajó, a expresar que están dispuestos a colaborar. Mil cuatrocientos personeros de Perú Posible estarían dispuestos a trabajar en la supervisión de los recuentos de votos en la segunda vuelta. Se espera para estos días un contacto institucional con Acción Popular. Y la reunión con PPK ha legitimado el triunfo de Húmala. De allí a firmar la propuesta de un consenso ideado por el candidato binacional hay un trecho, pero me atrevo a decir que hasta a eso están dispuestos a llegar los humalistas.Si Húmala tiene que vencer la guerra del miedo y la guerrilla de los rumores malsanos (hay gente en los mercados que anda diciendo que los puestos de verduleras y vendedoras de pescado serán expropiados), Keiko Fujimori tiene que derrotar al pasado que la persigue. Eso tiene las características de lo casi imposible si se tiene en cuenta que para ello, de un modo u otro, la candidata tendría que renegar de su padre. Y eso sería como renegar de sí misma.
El problema de Húmala es el futuro. El de la señora Fujimori es el antier.
Yambos tienen adherentes fieles pero también una multitud de detractores. Según CPI, el 58 por ciento de los encuestados sostuvo hace poco que jamás votaría por la candidata del fujimorismo. Y esa cifra es mayor en el caso de Húmala: 62 por ciento. El sondeo se hizo antes de la primera vuelta.
Pero, claro, la segunda vuelta es un reseteo de fobias y filias y quien dijo jamás en abril podría decir quizás
En Junio.
Mnauel Saavedra calcula que el nivel de indecisos ronda en este momento el 25 por ciento. Y calcula que mucha gente puede estar dejándose tentar por aquella especie que circula en la red: votar blanco o viciado.
Nada sería peor para el Perú que un triunfo precario de cualquiera de los dos. Una votación esmirriada y un congreso hecho añicos anunciarían una gobernabilidad más que difícil.
La polarización a lo Francisco Franco es lo que persigue la derecha. Ni Húmala ni sus aliados deberían caer en este juego. Apenas acepten esos términos los dia¬rios que bancan a K. Fujimori dirán: ¿No ven? ¡Allí están los que quieren borrarnos del mapa!
El Perú se la juega en junio. Pero ya es hora de decir qué está en juego. Están en juego la posibilidad de un reformismo amansado y maduro que está dispuesto a firmar un compromiso por la democracia, por un lado, y la posibilidad de arriesgarnos a votar por quienes son los orgullosos herederos de la podre, por el otro. No tengo ninguna duda de que, salvo que K. Fujimori haga un deslinde absolutamente claro, el fujimorismo de hoy es el de ayer con mejores relacionistas públicos.
Mucha gente se pregunta con absoluta razón: si Húmala se ha desplazado al centro- izquierda, ¿qué hacen algunos personajes venerables, encarnaciones de la izquierda previa a la caída del muro, acompañándolo, hablando en su nombre?
No estaría de más que el candidato de Gana Perú pusiera las cosas en su sitio. Esos patriarcas son valiosos y se merecen todos los respetos, pero no son los que van a gobernar. Y no van a gobernar porque el mundo ha cambiado cualitativamente desde que la Unión Soviética se partiera en 17 avos y la China practicara el combo de capitalismo salvaje con partido comunista en el mando.
La izquierda nueva respeta pero no ama la momia de Lenin. La izquierda nueva desprecia a Stalin. La izquierda nueva puede afirmar, sin vergüenza, que el maravilloso proyecto de socialismo libertario cubano ha terminado en una dictadura dinástica. A lo que no renuncia la izquierda moderna es a resta-blecer la justicia social y a luchar contra la pobreza no con caridad sino con empleos justos. Porque Húmala debería tener cuidado cuando pone en retroceso a su 4x4, No vaya a ser que de tanto complacer a la derecha termine siendo otro prisionero, otro secuestrado, otro mentiroso, nuestro Obama. El punto exacto de las concesiones es el gran problema.Todo lo que desfigure la esencia de la propuesta debería ser descartado.Sí,porque en política, como en todo, hay cosas que no se negocian.

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