lunes, 13 de agosto de 2007

¿Debemos proteger a los niños de las computadoras?

domingo, 12 de agosto de 2007
Informativo “CODECI-CN” Carabayllo Lima Peru
Informativo virtual
CODECI-CN

"LA EDUCACION NO ES NEUTRAL SE DA DENTRO DE UN CONTEXTO ECONOMICO SOCIAL"

Lunes 13 de agosto de 2007.
Diario Perú 21.
¿Debemos proteger a los niños de las computadoras?
Nelson Manrique
Continúo sobre la propuesta de que el Ministerio de Educación compre las laptop del proyecto OLPC (One Laptop Per Child, "Una computadora por niño", también conocidas como las computadoras de 100 dólares).

Los argumentos en contra aluden al costo de la propuesta y la posibilidad de usar el dinero más provechosamente en otros menesteres, a la falta de un proyecto educativo en el cual insertar el uso de las nuevas tecnologías, a que los niños usen mal las computadoras (ver pornografía), y a preocupaciones más bizarras, como que vayan a robárselas (va a suceder, como roban televisores; lo que no impide que en los hogares pobres sigan comprándolos).

En el artículo anterior argumenté que el sistema educativo va a tener que cambiar para que los estudiantes no queden excluidos en el mundo que está emergiendo. El marco para el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, NTICs, debiera ser el Proyecto Educativo Nacional, elaborado por el Consejo Nacional de Educación, que ya ha sido convertido en política de Estado. El riesgo de un mal uso de las laptop está abierto; ningún artificio tecnológico va a remplazar la vigilancia de padres y maestros para orientar a los niños, encausar su curiosidad y protegerlos, como sucede desde siempre.

Es necesario enfrentar un reflejo conservador, que convoca a proteger a los pobres de aquellos adelantos que nosotros sí utilizamos, y de los cuales nos beneficiamos ampliamente. El supuesto -claro- es que "ellos" (a diferencia de nosotros) no están preparados para usarlos. El debate de fondo no es si debe darse computadoras a los niños, porque los escolares de los hogares acomodados ya las tienen. En colegios como el Markham, desde hace años los niños tienen sus laptop. Se trata de si los niños de los hogares pobres van a tener, o no, esa oportunidad. Si la educación acortará las brechas sociales, o las profundizará.

Quedan varios problemas. No parece realista la meta de una laptop por niño, pero compartirlas entre algunos niños -digamos 5-, complementando con el uso de horas contratadas en cabinas acreditadas, para que los escolares hagan sus tareas, puede ser una buena opción. Convendría no comprar el primer año, sino esperar a que los millones de usuarios en el mundo encuentren las fallas en el diseño, y a que los productores las reparen.

Hay quienes dicen que debiera esperarse a que los maestros dominen las NTIC para introducir las computadoras, pero las resistencias al cambio (psicológicas, institucionales, etc.) son muy grandes. Poner a los niños en marcha es presionar por esos cambios desde abajo.

FUENTE:CNE

Domingo 12 de Agosto del 2007.
Diario La República.

Aula Precaria ¿Y la reforma educativa?
Luis Jaime Cisneros

Mucho ha cambiado el mundo (y en forma acelerada) en los últimos 50 años: desmantelamiento de las ideologías, progreso extraordinario en biología y en las ciencias espaciales, invasión estruendosa de la publicidad. El mundo no es el de antes, y nosotros ciertamente ya no somos los mismos. No lo son tampoco nuestros maestros, cuya vocación se ha visto desistida de anhelos y veteada de sombras, por las tristes perspectivas salariales a que se han visto convocados.

Tampoco son los mismos los muchachos, cuya vocación por el estudio suele a veces verse golpeada por la tristeza o el desaliento o la perplejidad. Así las cosas, un proyecto moderno de reforma educativa ha de ofrecer rasgos que lo hagan radicalmente distinto de lo que ha sido nuestra educación, pero muy atento a nuestra historia social, económica y cultural del momento. El Perú tampoco es el mismo: lo comprobamos con sólo analizar el proyecto de reforma educativa propuesto por el gobierno militar (con todos los problemas a que tuvo que hacer frente), y con sólo tener presente el sutil desmantelamiento que lo siguió. Hoy es claro y evidente que la transformación de la información en insumo básico de la producción de bienes y servicios, la transformación radical de la forma de organización empresarial, los cambios introducidos en la ciencia y en la tecnología, la realidad de la subversión y del narcotráfico, han creado la obligación de enfrentar el fenómeno educativo con otros ojos y con mejor razón.

A pocos años de iniciado el siglo, lo menos que cabe esperar de un proyecto educativo es que muestra claramente el propósito de formar ciudadanos de espíritu abierto, capacitados para adquirir conocimientos nuevos sin cesar y para adecuarse a situaciones nuevas y distintas, tanto en el campo científico como en el campo social y el económico. Una educación no puede desconocer en el futuro la función singular de la televisión, cuyo incontrolado desarrollo la ha convertido en serio competidor, cuando no (y es lo más frecuente) en un elemento disociador que contrarresta en forma intensiva la escrupulosa labor de la escuela.

Por eso una educación para este siglo reconocerá la relación existente entre el sistema escolarizado y el mercado de trabajo. No haberlo apreciado debidamente ha ocasionado entre nosotros la pauperización de la tarea educativa y ha llevado a menospreciar el título magisterial y a un lento desengaño sobre la tarea escolar.
Y ha auspiciado, además, que todos esperen que una nueva ley permita crear un sistema educativo efectivo de verdad, y de veras democrático, situado en el concreto presente, en actitud alerta frente al porvenir. Después de todo, cuando nosotros afirmamos estar formando a los muchachos para el porvenir, estamos admitiendo la frecuentación de una enseñanza optimista y, sobre todo, crítica. Es imprescindible que la escuela defienda a sus alumnos del masivo ataque prepotente de la propaganda y de la publicidad, porque estos tiempos abren fáciles senderos propios al fanatismo.

Los últimos conflictos magisteriales han culminado en un documento relacionado con la tarea magisterial, es verdad. Pero lo esencial del tema sigue intocado. Debo reconocer: no se ha dicho que el documento anuncia la política educativa del Estado. Por eso no vemos en el horizonte nada que encare nuevos criterios de formación magisterial: no se vislumbra qué maestro se busca.

Las disposiciones son útiles e importantes, porque parten de un análisis de hechos evidentes, pero son, en el fondo, superficiales porque derivan de una concepción errada. Seguimos sin saber qué tipo de ciudadanos espera formar el Estado, para qué tipo de sociedad quiere modificar la gestión y la administración educativa. Dicho de otra manera, no se advierte un enfoque pedagógico.

Si no se vislumbra una agresiva y rigurosa política magisterial, todo quedará en el paraíso de la ilusión y la promesa. El gobierno que quiera reformar la educación no debe tener miedo a ser innovador ni original, ni debe tener miedo a consultar con expertos para sustituir una concepción periclitada por criterios pedagógicos más modernos.

Quiero reconocer que hay avances ciertamente (y deben aplaudirse) que anuncian la voluntad descentralizadora. Pero si son valiosas estas preocupaciones por lo administrativo, son realmente secundarias frente a las esencias. La reforma que el país necesita es una reforma radical. El miedo no es su motor sino su freno. Todavía hay mucho prejuicio ideológico. Pero no se trata de ideologías: toda reforma del sistema educativo implica una concepción política de la educación.

El proyecto debe ser analizado por docentes; hay que escuchar a los estudiantes de los últimos años secundarios, a planificadores y sociólogos, a empresarios y gerentes; a dirigentes juveniles y sindicales, si es verdad que se pretende la colaboración de la comunidad. Cierto es que se nos anuncia la voluntad de cambiar la fisonomía del actual sistema. Pero en ningún momento se deja intuir cuál será la nueva fisonomía, el fondo a que se pretende llegar.

FUENTE: CNE