CODECI-CN CARABAYLLO
Martes, 10 de abril de 2007
EMILIO TORRES MELENDEZ
Que tal amigo:
La siguiente es una columna escrita por Eduardo Adrianzén para La Republica, que me gustaría que la analicen.
LA PASION DE CRISTO.
Cuando Mel Gibson realizó “La Pasión”, llevó a los límites la iconografía más sádica y perversa de la historia. No tuve hígado para verla en el cine, pero por curiosidad la pesqué en cable y apenas soporté algunas escenas de flagelación, tortura y hectolitros de sangre antes del zapping, y preferí mil veces quedarme en un inofensivo softcore. Pero aún recuerdo las perturbadoras expresiones beatíficas de chicos muy católicos regalando volantes proselitistas a quienes asistían a la película en los multicines Alcázar. ¿Qué tendrían estos jóvenes en la cabeza? ¿Les excitaría ver el cuerpo destrozado de su dios en nombre del amor y el perdón? Comprendo y respeto la idea cristiana del sacrificio, OK. ¿Pero ellos se darían cuenta de que publicitaban un film gore cuyo único “atractivo” era el voyeurismo morboso de ver sufrir con los mejores efectos de maquillaje hollywoodense?
Astuto fariseo Gibson, por haber convencido a tantos incautos de que su engendro tenía nobles intenciones. Aunque tampoco culpemos a los creyentes. Para millones, la religión es Cristo crucificado y agónico, y esto tiñe de dolor y angustia su concepto visual. Coronas de espinas, corazones sangrantes, lanzas y toda la artillería sadomasoquista pasa por piadosas enseñanzas, y que tire la primera piedra quien de niño no sintió escalofríos al imaginar cómo sería que te claven las muñecas (¡auch!). Pobre Jesucristo: hace 2 mil años su grey identifica su cuerpo llagado con la salvación. Y por más que la iglesia más progresista y lúcida recomiende la imagen del redentor erguido, luminoso y con túnica, aún se prefiere al hecho picadillo.
Además, ¿acaso verlo alegre sería una falta de respeto? ¿Una herejía? ¿Algún templo o parroquia católica en el Perú se animará alguna vez a mostrar un Cristo feliz y con los dientes al aire invitándonos a entrar? Eso sí, por favor, tampoco rubio y con look metrosexual, sino como lo que era: un judío... aunque a Mel Gibson le reviente. ¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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