Asco es lo que menos podemos sentir por
la expresiones vertidas por reo Alberto Fujimori
que con el cinismo que le caracteriza, invoca al país ni rencor ni odio.
Por lo visto, este ladrón y
criminal se ha olvidado que fue
condenado a 25 años de prisión por los muertos de Barrios Altos y la cantuta y
si ahora anda libre es gracias al pacto infame de gobernabilidad celebrado
debajo de la mesa con el hampa política aprofujimorista
que lidera Keiko Fujimori que tiene en su haber 3 denuncias por lavado de
dinero y una por recibir dinero de Odebrecht.
Lo único que podemos responderle al
criminal Alberto Fujimori es que, por
una maldición de los dioses, hoy se encuentra en libertad gracias un indulto que
no le corresponde y que por lo tanto debería continuar encarcelado.
Y no está de más recordar que no es la única perlita de su extenso rosario
delictivo, destaca también en su hoja delictiva, la estrategia, postular como congresista en
el Japón, para librase de la justicia peruana, como lo demuestra la columna que
adjuntamos para su conocimiento y difusión:
EL CANDIDATO JAPONÉS
QUE EXCLAMÓ: “DARÍA MI VIDA POR EL JAPÓN”
Hay épocas y coyunturas históricas que tienen la virtud de mostrar no solo las
capacidades y virtudes sino las falencias y lacras ocultas de sus gobernantes.
El presidente y su cohorte de nuevos ministros difícilmente serán capaces de
reconocer la verdad y defenderla, como condición necesaria para hacer justicia
a los deudos de las víctimas de los asesinatos. El aún presidente, ha
perpetrado el canje del indulto por una precaria permanencia en la presidencia.
El indulto es ilegal, a favor de quien sin ápice de
sensibilidad moral les ha espetado en la cara a los peruanos un insulto cuando
se disculpa de sus electores por haberlos “defraudado”. Sin asomo de
arrepentimiento, haciendo gala de prepotencia y burlándose de todos, después de
haber hecho el triste rol teatral de víctima para atraer compasión, con
evidente cobardía y falta absoluta de coraje para asumir sus responsabilidades
históricas.
Dudo que exista un peruano que no sienta un malestar profundo
cuando un expresidente ladrón y asesino, deje la clínica donde ha estado en
“cuidados intensivos” haciendo un despliegue publicitario espectacular. Cómo
olvidar que les vendiera armas de contrabando a las guerrillas de las FARC,
dilapidara cerca de 12 mil millones de dólares producto de la venta de empresas
del Estado y le entregara millones por concepto de jubilación a su asesor y
socio Montesinos. Que alguien a quien no “le temblaba la mano” para tomar
decisiones renunció por fax porque sentía que “peligraba su vida”. Y, luego de
evadirse en el avión presidencial con muchísimas maletas llenas, terminó
candidateando a la Dieta japonesa para luego proclamar: “Yo daría mi vida por
el Japón”. Pese a todo, no es dudoso que existan peruanos que justifiquen estos
hechos.
Los que están noticiando que la marcha del 11 de enero
es solamente antifujimorista se equivocan, es el despertar de las conciencias
frente al peligro que se cierne sobre los derechos fundamentales y es la
emergencia de una nueva resistencia en defensa de las libertades, con justa
indignación frente a los abusos. Es la búsqueda de un derrotero fiable para
encausar los movimientos populares que van encontrando su camino y creando las
condiciones para la forja de dirigentes y líderes capaces de gestionar con
eficiencia el cambio político que emerge.
¿Quiénes participarán en la marcha? Todos los peruanos
que aspiran a un país democrático, todos los que se definen de izquierdas con
sus diferentes matices que, a su vez, tienen la obligación de vencer el cerco
ideológico y cognitivo-emocional que les impide conseguir la unidad por encima
de las pequeñas capillas y sean capaces de superar sus inquinas personales para
pensar y actuar apoyando el gran movimiento anticorrupción. Quienes deben
entender que la falta de claridad para deslindar con Sendero es deficiencia
imperdonable y que hoy es posible organizar un discurso y una acción de los
movimientos democráticos en defensa de los derechos humanos, del acceso al
trabajo digno, del acceso a la justicia, de la defensa de biodiversidad. Vencer
de una vez por todas el discurso de la extrema derecha que viene administrando
todos los días una prédica contra los “caviares” que más tienen de envidia que
de buenas razones.
Es el comienzo de la resistencia social. Es el tiempo
de los jóvenes, es el tiempo de la protesta contra la desigualdad, es el tiempo
de la defensa de la democracia y de la construcción de un movimiento poderoso
que haga oír su voz en todos los confines del país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario