Así como Alberto Fujimori se
proclamaba inocente de los crímenes cometidos durante su gestión, el
presidente del Perú, pedro Pablo Kusinski (ppk) decía no soy corrupto ante el
congreso que debatia su vacancia por
incapacidad moral permanente por participar en la trama de corrupción de la constructora
Odebrecht.
Lo que ocurre es que el mencionado presidente
cree que los peruanos somos unos idiotas
que estamos para creerle que no es corrupto porque él lo dice. Y no es así, los
hechos lo condenan al igual que los
otros implicados por recibir dinero al
igual que los presidentes y funcionarios implicados que piensan que no
corruptos donde todos son corruptos.
En este marco y contexto pareciera
que el slogan es “no soy corrupto”, en momentos que el afán de despojo de lo
público se acrecienta en forma alarmante, como lo da a entender la nota que
adjuntamos para su conocimiento y difusión:
CORRUPCIÓN EN PALACIO
La encuestadora Datum publicó ayer en Perú 21 los resultados de un sondeo
respecto a la corrupción de los presidentes de nuestro país. A la pregunta: ¿en
qué gobierno ha habido más corrupción en el país? Alberto Fujimori se llevó de
lejos el primer lugar, con 27 por ciento.
Ollanta
Humala obtiene un deshonroso segundo puesto, con 15 por ciento de los
encuestados. Alan García reúne 14 por ciento en su segundo gobierno, y 15 por
ciento para su primer período. Alejandro Toledo alcanza 10 por ciento.
Una
lectura atenta de ese resultado encuentra que todos los presidentes corruptos,
más allá de coyunturas, están sentenciados a cadena perpetua en la opinión
pública. Ninguno de ellos alcanza mínimos decentes en la intención de voto.
Ollanta Humala tiene un diminuto uno por ciento. Alan García llega a tres por
ciento, en empate con Gregorio Santos.
Otros,
que no han sido presidentes, aparecen con mejores niveles de intención de voto.
Keiko Fujimori, con 24 por ciento; Julio Guzmán, con 15 por ciento, Alfredo
Barnechea, con ocho por ciento, igual que Verónika Mendoza. Gregorio Santos
tiene tres por ciento, igual que Alan García. César Acuña solo llega al dos por
ciento, y Marco Arana, al uno por ciento.
La
encuesta de Datum confirma que la opinión pública coloca a los gobernantes en
un doble banquillo, político y moral. Así, la imagen de PPK no se limpia con la
sospechosa farsa de la no vacancia. Lo que se ha arraigado en la memoria
colectiva es que mintió al país.
En
efecto, 77 por ciento de los encuestados opina que el jefe del Estado utilizó
su cargo de presidente del Consejo de Ministros y de ministro de Economía,
durante el gobierno de Alejandro Toledo, para beneficiar a su empresa Westfield
Capital.
Algo
más: el 79 por ciento no le cree a PPK cuando explica que no conocía de los
negocios que su empresa obtenía gracias a la mediación del empresario chileno
Gerardo Sepúlveda, su socio.
El
llamado gabinete del diálogo y la reconciliación nace con el estigma de ser
apadrinado por un presidente de la farsa, la mentira y la corrupción. Por eso
no capta simpatías, ni confianza. Desde el punto de vista de la gobernabilidad
y la estabilidad, el remedio ha resultado peor que la enfermedad.
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