LUEGO DE 49 DÍAS DE PARO, TRES MUERTOS Y MÁS DE UN CENTENAR DE HERIDOS, ¿AÚN PUEDE SER VIABLE EL PROYECTO MINERO ‘TÍA MARÍA’?
Verónica Mendoza
sostiene que el conflicto social por el proyecto de Southern ya se le fue de la
manos al Gobierno.
En este momento,
definitivamente, el proyecto es inviable. No hay condiciones para que se
implemente ningún proyecto minero en estos momentos. No hay ni siquiera
condiciones para el diálogo. La desconfianza inicial, por todos los hechos del
pasado, ahora se ha agudizado enormemente. Lo que hay en estos momentos es una
indignación generalizada y en estas condiciones no se puede implementar ni
siquiera un proceso de diálogo. Lo que
corresponde ahora es detener la escalada de violencia, y eso me parece que, a estas
alturas, se podría conseguir con la suspensión temporal del proyecto que podría
retomarse solo luego del levantamiento del paro y del resultado del diálogo.
Pero pensar en implementar el proyecto minero en esas condiciones es
definitivamente inviable.
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El Caso Tía María no está cerrado. El mensaje al
país de Ollanta Humala solo ha servido para incrementar el desconcierto. Como
ha resumido el caricaturista Carlín, el presidente ha dicho algo así como: “No
puedo suspender ni imponer el proyecto, sino todo lo contrario”.
Es cierto que el gobierno no puede
decidir unilateralmente la paralización de un proyecto que ni siquiera ha empezado,
pero el Estado sí debe garantizar que el contrato se cumpla. Por tanto, el
Ejecutivo incurre en incoherencia al asignarle toda la responsabilidad a la
cuestionada Southern para que decrete una ‘tregua’ de 60 días.
Humala es susceptible de procesamiento
(una suerte de ‘impeachement’) por transgredir el artículo 118, inciso 1 de la
Carta de 1993, que dice: “Corresponde al presidente de la República: Cumplir y
hacer cumplir la Constitución y los tratados, leyes y demás disposiciones
legales”. Sin embargo, durante casi dos meses ha permitido en Islay
una ‘zona liberada’ bajo control de grupos claramente terroristas, cuyo
accionar criminal secuestró y extorsionó a la población dejando muertos y
heridos, sin que haya un solo detenido.
La presencia policial no subsana la
transgresión. La operación fue pésimamente planificada: a los efectivos no se
les dio alimentación, alojamiento ni viáticos adecuados y oportunos, tampoco se
actuó con celeridad para evacuar a heridos y cadáveres. Además, no se midió la
desproporción entre policías armados con balas de goma frente a terroristas
(‘espartanos’ y honderos aparentemente entrenados por el chavismo y en buen
número salidos del etnocacerismo) y se ha sometido a las Fuerzas Armadas a un
rol extraño de tutelaje a la policía, so pretexto de controlar instalaciones
estratégicas.
La democracia constitucional exigía
que se decretase el Estado de emergencia. Era lo imprescindible, legal y
legítimo. Humala no lo hizo, ¿por miedo?, ¿ineptitud?, ¿para no entrar en
contradicciones con su etapa electoral? o ¿hay una estrategia malsana detrás,
como forzar al Congreso a que se deleguen facultades extraordinarias al
Ejecutivo?
Los terroristas antimineros están
vinculados a un movimiento de gran envergadura dentro del país y fuera de él.
Por ejemplo, se anuncia otro paro para fin de mes con el apoyo de siete
regiones donde la izquierda extremista controla los frentes seudosociales y
grupos paramilitares. A eso se suman los movimientos antimineros y de
desestabilización agroindustrial del norte, la huelga del Sutep y la agitación universitaria.
Mientras tanto, Arequipa está pagando una factura enorme: retracción del
turismo, inversiones que no se darán, campaña agrícola en riesgo, pérdidas
materiales, suspensión de clases y zozobra social.
¿Qué vendrá después? ¿Medidas
desesperadas de un régimen que no sabemos si está a la deriva o si intenta
crear condiciones de crisis total para interrumpir el proceso democrático en
vísperas de las elecciones?
Con los antecedentes y pésima trayectoria política de este gobierno, por
desgracia todo es factible. Por eso es urgente mantener unidad en defensa del
sistema constitucional y exigir claridad presidencial, medidas coherentes y
garantías para que el primer ministro, Pedro Cateriano, cumpla con su única
función medular: encabezar a un gabinete que debe ser de salida y con el compromiso de que el humalismo se irá en
julio del 2016.
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