CASTAÑEDA, OLLANTA Y
CIPRIANI JUNTOS Y REVUELTOS
EL RETORNO DE COMUNICORE PERO ESTA VEZ CON EL AUSPICIO DE OLLANTA Y CIPRIANI
¡Qué hay detrás de todo esto? CIPRIANI no ha sido elegido por el pueblo y no representa a una
institución del estado. Además, Cipriani
es un encubridor de curas pederastas y autoridades corruptas. Por otro lado, no
olvidemos que todos los altos funcionarios de Castañeda, terminaron
convertidos en millonarios con
residencias en las Casuarinas, la Molina, etc. Un caso concreto, el Teniente
Alcalde Parra.
Hoy, Castañeda retorna con los mismos funcionarios para continuar
haciendo los negocios sucios a los que nos tenía acostumbrado. COMUNICORE es
tan solo una muestra de botón y el menos
significativo. Imaginemos entonces lo
que le espera a Lima pero en esta oportunidad con el auspicio de Ollanta y Cipriani, la
domestica preferida de Fujimori, una “santa
alianza” que nos indica que vamos por el
camino equivocado.
¿Por qué también no invitaron a un
Pastor, a un Obispo Mormón, a un Rabino Judío, a un Musulmán o a un Budista?
LE PUEDE INTER4EZAR
LA OTRA BATALLA POR
LIMA
Por Alberto Adrianzén M. el enero 11, 2015
Sentados en la
misma mesa en el teatro Municipal estaban Luis Castañeda Lossio, Ollanta Humala
y Juan Luis Cipriani. Una suerte de trenza que graficaba cuál es el nuevo poder
en la ciudad y que no es otro, recordando la frase de Giovanni Sartori, que el
de la cruz y la espada, es decir un poder conservador,
Es cierto que son viejas alianzas. Solidaridad Nacional es un
aliado del nacionalismo en el Congreso hace ya buen tiempo. Lo mismo se puede
decir del vínculo político que existe entre el Cardenal y Castañeda. En
realidad, a los tres, cumpliendo roles distintos, no les gustaba la
administración de Susana Villarán en el municipio de Lima.
Es
claro que lo que se viene es una suerte de segunda batalla, ya no por Lima sino
más bien por el futuro del progresismo en el país.
La
escena no podía ser más premonitoria de lo que se viene para Lima. Sentados en
la misma mesa en el teatro Municipal estaban Luis Castañeda Lossio, Ollanta
Humala y Juan Luis Cipriani. Una suerte de trenza que graficaba cuál es el
nuevo poder en la ciudad y que no es otro, recordando la frase de Giovanni
Sartori, que el de la cruz y la espada, es decir un poder conservador,
Es
cierto que son viejas alianzas. Solidaridad Nacional es un aliado del
nacionalismo en el Congreso hace ya buen tiempo. Lo mismo se puede decir del
vínculo político que existe entre el Cardenal y Castañeda. En realidad, a los
tres, cumpliendo roles distintos, no les gustaba la administración de Susana
Villarán en el municipio de Lima. Y si bien no suelo emplear la palabra
conspiración se puede afirmar que los tres, por razones distintas, conspiraron
estos cuatro años contra la alcaldesa de Lima.
Castañeda
por el escándalo COMUNICORE y otras perlas más que lo mostraban como un
político corrupto. Su respuesta fue promover entre bambalinas la vacancia de la
alcaldesa desde el primer día que ocupó el sillón municipal. Cipriani por el
apoyo de Villarán a las demandas GLBT y porque es una católica que pertenece,
como se dice, a otro rebaño, muy distinto, por cierto, al Opus Dei que es donde
“milita” el Cardenal. Humala porque siempre vio a la alcaldesa como una futura
competidora política, sobre todo de Nadine Heredia.
El presidente Humala optó por establecer una alianza preferencial con el Callao y con algunos alcaldes distritales en detrimento de la ciudad de Lima y de la propia administración municipal de la capital del país.Y a todo ello debemos sumarle la feroz y feraz campaña de la mafia, de la derecha (APRA, un sector del PPC y otros grupos) y de sus brazos políticos mediáticos, que convirtieron a Lima no solo en un campo de batalla sino también de experimentación de nuevas estrategias políticas, para castigar y advertir que el progresismo y las izquierdas no deben ni pueden ser actores relevantes en las próximas elecciones.
Es
claro, en ese sentido, que lo que se viene es una suerte de segunda batalla ya
no por Lima sino más bien por el futuro del progresismo en el país.
No es extraño, en este contexto, que Castañeda haya entrado al municipio de Lima, como se dice, con el pie en alto. El despido de miles de trabajadores, incluyendo a varios centenares de trabajadoras mujeres del Serenazgo, el cierre temporal del Parque de la Reserva, y definitivo al parecer, de la Escuela Taller de Lima; así como la amenaza que se cierne sobre otras áreas como cultura, mujer, salud; la anunciada desaparición del Festival de Arte Escénico de Lima (FAEL), y la puesta en duda de la continuidad de la reforma del transporte y del programa Barrio Mío, etc.; son pruebas más que suficientes de que el principal objetivo de Castañeda y la nueva administración no es solo declarar a Lima en emergencia para ocultar la falta de planes para la ciudad y el “currículo” de sus nuevos gerentes, sino también para “demostrar” que la gestión de Villarán fue una equivocación como también su elección. Lo que busca, en realidad, es deslegitimar críticas futuras y cualquier intento de fiscalización a su gestión.
Sin
embargo, esta no será una tarea fácil porque más allá de los errores cometidos
estos cuatro años por la administración Villarán, lo cierto es que ha dejado,
además de una serie de obras que tendrán que ser terminadas por el alcalde
Castañeda, un conjunto de reformas y planes para la ciudad que no pueden ser
obviados.
Si
Castañeda cree que tiene el camino libre para convertir el municipio de Lima,
como fue en sus anteriores administraciones, en una suerte de coto cerrado, se
equivoca. Castañeda no puede gobernar, por más aliado que sea del gobierno,
como en el pasado, es decir asociado a los lobbys de la construcción, a sus
clientelas políticas y a las mafias limeñas.
Por
eso sería un error si las izquierdas dejan actuar libremente a Castañeda. Más
aún cuando uno de sus objetivos es desprestigiar lo que fue, más allá de toda
discusión, una administración progresista en Lima.
No
hay que olvidarse que uno de los principales objetivos de esta campaña
promovida por la derecha es lograr que la presencia del progresismo en las
próximas elecciones sea mínima, por no decir que desaparezca como fuerza
política.
Es
probable que una propuesta como esta genere en las fuerzas de izquierda un
debate público. Para un sector, el gobierno municipal de Villarán no fue
progresista. Eso quedó demostrado con el no apoyo, de una parte de la
izquierda, a su candidatura a la reelección y con la presentación de listas diferenciadas
en algunos distritos de Lima, por cierto con poca fortuna.
Dejar
las manos libres a Castañeda y demás críticos de la administración Villarán es,
en la práctica, abstenerse de una polémica que sin duda será uno de los puntos
centrales de la futura campaña electoral. Además, Lima es una plaza importante
por su número de electores.
No
tomar en cuenta estos hechos, no responder a la campaña liquidadora que han
empezado Castañeda y otras fuerzas de derecha y mafiosas contra la gestión
Villarán, es el mejor servicio que se puede hacer a nuestros adversarios.
Es
necesario, por ello, que las izquierdas sean parte de la movilización ciudadana
que viene gestándose contra el retroceso en Lima, convocando a los afectados y
a los que apuestan por una gestión democrática y progresista de la ciudad y del
país.
Todos esperamos que este quince de enero, día de la cuarta marcha contra la llamada ley Pulpín, veamos desfilar por las calles a los jóvenes junto con los trabajadores municipales despedidos ilegal y arbitrariamente por Castañeda, demandando un trabajo digno y una ciudad para todas y todos los limeños.
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