FRENTE UNIDAD DEMOCRÁTICA SE PARTE: DINOSAURIOS Y MAFIA
SABOTEAN LA UNIDAD
Definitivamente, no deja de preocupar el remezón
político producto del lio de comadres entre los ’Los dinosaurios (Fuerza
Social, el Partido Socialista, el Partido Comunista, Ciudadanos por el Cambio y Patria Roja) y las mafias políticas, se niegan a reconocer
el triunfo de los fonavistas, pese a ser conscientes que manipularon la elección a su regalado gusto. Lo
dinosaurios pedían votar por Gonzalo García y los Fonavistas por Alcántara.
¿Cómo es posible
que aquellos que se autoproclaman vanguardia vanguardizan nada más que a su
propia militancia (un grano de arena en el desierto). Esta izquierda no es
aliada de los trabajadores. Es contrarrevolucionaria y parasitaria.
En teoría la izquierda debería ser un ESPACIO POLITICO que cobije a
quienes coincidimos con la propuesta izquierdista. En la práctica el Frente
Unidad Democrática ha terminado convertido en una olla de grillos producto de
más de un oportunista que sin mérito alguno, pretende representarnos. Lo
mismo de siempre.
Estos hechos que
le causan un grave daño a la izquierda ha generado desconcierto al extremo que
existe más de un grupete que se han
planteado abandonar el Frente Unidad Democratica. En suma, la izquierda está cada vez más lejos de las masas.
La práctica de la izquierda peruana muestra hasta que grado ha llegado su estado de descomposición . Dice que está contra la injusticia, la pobreza y la desocupación, pero sin embargo en la práctica colabora con los grupos de poder. Esta izquierda, se presenta como democrática y anti imperialista, pero hace todo lo posible para detener la lucha de los oprimidos contra el capitalismo, la burguesía y las trans nacionales. Esta “izquierda” se dice democrática y moralista, pero sin embargo colabora con todos los regímenes corrompidos que pasan por el Estado
La izquierda y
el mito de la unidad, por Juan Sheput
Análisis de la
izquierda en el perú.
¡Extractivismo, vade retro!: Análisis de la izquierda peruana
Desde la desaparición de Alfonso
Barrantes, la izquierda en el Perú no ha tenido a otro líder de dimensión
nacional ni arraigo popular. Su formación política, contactos con líderes de
organizaciones socialistas y comunistas en el mundo, y su vocación por el
intelecto y la cultura le permitieron consolidar lo que en su momento se
definió como Izquierda Unida, no exenta de problemas internos, claro está, pero
sí un sólido esfuerzo de amalgamar los numerosos frentes que pululaban en
nuestro país y que obtuvo un triunfo electoral en 1987 cuando ganaron la
Alcaldía de Lima. La izquierda tenía en Barrantes a alguien que también
representaba la honestidad, la que se manifestaba en su humilde vehículo (un
destartalado VW) y su sencilla casita en La Capullana en Surco. Fue,
claramente, un antecesor de Pepe Mujica.
El poder de seducción que
encarnaba Barrantes ha desaparecido, debiendo ser reemplazado por el poder de
la convicción. Y es allí donde empiezan los problemas, pues para tener
convicción se requiere de coherencia y esta última está ausente en muchas de
las acciones recientes de la izquierda local. En efecto, la izquierda se
reclama democrática y sin embargo no se hizo problemas para auparse en 1968 a
la dictadura de Juan Velasco Alvarado. Menciono este antecedente porque más
recientemente se niega a condenar a una dictadura opresora y corrupta como la
de Nicolás Maduro en Venezuela. La izquierda también se jacta de ser defensora
de los derechos humanos, sin embargo, estos no importan cuando va
electoralmente de la mano de Ollanta Humala, siendo este acusado de
desapariciones forzadas y de la muerte de policías en el ‘andahuaylazo’.
Igualmente la izquierda dice representar los intereses ambientales y sociales
de minorías vulnerables, y en paralelo pacta con un ex premier del gobierno
anterior sindicado como uno de los responsables del ‘baguazo’. Asimismo,
rompe con el gobierno actual, luego de ser expulsados malamente, y mantiene una
cuota de funcionarios y embajadores en el mismo. Y si a eso le agregamos su
posición ante los delitos de corrupción, su indisposición para cuestionar a
empresas constructoras brasileñas o los hechos que merecen investigación en el
municipio de Lima durante la anterior gestión, pues la contradicción se
enseñorea indiscutiblemente.
El Perú requiere de una
izquierda responsable y coherente, no una confederación de confundidos
defensores de intereses. Es necesaria para plantear un debate en torno a ideas
fundamentales en el siglo XXI, como son el medio ambiente, los servicios
públicos de calidad y, tal vez lo más importante, la protección del ciudadano
ante la embestida de los poderes fácticos. Pero si la izquierda sigue sin
entender que su amalgama pasa por la coherencia y no por andar mirando la viga
en el adversario olvidando la propia, dará –una vez más– la razón al gran
Raymond Aron quien sostenía que el apego a los valores de la izquierda no es un
atributo sino un mito.
Democracia es responsabilidad.
Por ello Chile reclama una vez más a Ricardo Lagos como presidente y Uruguay se
enorgullece de la apertura y modernidad de José Mujica. Ninguno representa un
cambio generacional, sino coherencia moral y ética, que es lo que en realidad
necesita nuestra izquierda local.
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