UN ARTICULO POLÉMICO Y REFLEXIVO PUBLICADO POR CARLO MAGNO EL 1 DE OCTUBRE DEL 2015
Fujicaviaradas (I)
Voy
a hacer la misma advertencia que han hecho varios analistas que han comentado
esta cuestión (por ejemplo aquí, aquí y aquí). No solo no
soy fujimorista, sino en muchas ocasiones he evidenciado mi antifujimorismo.
Algunos dirían que soy “progre”, “caviar” (aunque ajustadamente llegue a
huevera), “cívico” o algo parecido. Ello no significa que, al hacer análisis
político, no deba tratar de observar e interpretar los hechos y fenómenos
políticos con la mayor objetividad posible, tal cual son.
Es
evidente que la estrategia que ha inaugurado Keiko Fujimori por todo lo alto en
su presentación en la Universidad de Harvard (que en sí misma era riesgosa para
ella, como muy bien ha sustentado
Steve Levitsky), significa que –saliendo de su zona de confort o, como recomendaría Albert Einstein,
tratando de no hacer lo mismo para poder obtener resultados distintos– la
candidata pretende superar los escollos que tuvo en la campaña de las
Elecciones de 2011 que le impidieron llegar a la presidencia, y así, si su
estrategia tiene éxito, asegurar su triunfo en una eventual segunda vuelta
electoral de las Elecciones de 2016.
Ciertamente,
su nueva estrategia es audaz y arriesgada (o riesgosa). De hecho,
creo que es la jugada más audaz que haya hecho algún candidato(a) en lo que va
de esta campaña; más audaz incluso que PPK declarándose socialista.
Pero, ¿tiene posibilidades de éxito la nueva estrategia de Keiko? El director de Correo, Iván
Slocovich, cree enfáticamente que no, que se ha equivocado, que lo
que ha hecho podría incluso llevarla al desplome de su candidatura. Según
Slocovich:
“(…) si hay algún cambio de
aceptación de hecho sería a la baja, porque habría que ser muy inocente para
pensar que lo dicho por Fujimori en Estados Unidos podría atraer votos de
sectores siempre opositores de izquierda o “progres” que, haga lo que haga o
diga lo que diga el fujimorismo, siempre se opondrán a él porque es su razón de
ser. Ellos no existirían si no fuera por su rechazo y hasta odio público a
naranjas y apristas. / La mejor muestra de esto han sido las palabras de Susana
Villarán, quien ha hablado de ‘reptiles’ y ‘camaleones’ tras lo dicho por Fujimori…”
Como señala el director de
Correo, seguramente Keiko no va a atraer ni medio voto de los sectores progres
o de izquierda ya que, diga lo que diga la hija de Alberto Kenya, esos sectores
no le creerán, dirán que miente, que no es sincera, por no referir otros
adjetivos calificativos más coloridos que la candidata naranja podría recibir.
Eso es correcto en el análisis de Slocovich. Solo que la estrategia de Keiko no
apunta a contentar ni atraer a ese sector, que es casi por definición
antifujimorista.
Debe ser por su dificultad para
distinguir los matices, pero lo que el director de Correo no logra percibir es
que hay un importante sector del electorado que no es progre, de izquierda o
caviar, sino más bien de centro, centro derecha o de “derecha liberal”, que en
las Elecciones de 2011 en lugar de votar por Keiko lo hizo por Humala e inclinó
la balanza a su favor, a pesar de la “amenaza chavista” que ese candidato
supuestamente representaba. Ese tipo de elector, puesto en la disyuntiva de
optar entre Humala o Keiko, o entre el cáncer terminal o el sida, según lúgubre
expresión de Mario Vargas Llosa, y embargado por muchas dudas, finalmente se
decidió por el comandante.
Es en ese sector de centro,
para el cual Keiko no era más que una suerte de reencarnación de su padre o que
consideraba que no había deslindado con su gobierno y sus tropelías, donde ella
pretende cosechar nuevos votos. ¿Podrá hacerlo? Creemos que, dependiendo
también de cómo hagan su juego los demás candidatos, tiene muchas
probabilidades de lograrlo.
Por
lo pronto, Augusto Álvarez Rodrich,
uno de los principales líderes de opinión de ese sector de centro, considera
que “esta apuesta de Keiko Fujimori constituye un paso muy importante para
reforzar su ya sólida candidatura presidencial.” El propio Álvarez Rodrich
señala que esa apuesta puede restarle algunos de los votos que ya tenía, pero
puede ayudarle a ganar muchos más de los que podría perder y, de paso,
desprenderse de algunos elementos que le hacen daño, como el congresista Julio
Rosas.
Mientras
el fujimorismo avanza en la ejecución de su estrategia, con la que ciertamente
algo podría perder, pero es más lo que podría ganar; por el lado del progresismo,
de la izquierda o de la centro izquierda, andamos en serios problemas, dando
una imagen de gran dispersión, retrasando una imprescindible unidad por menudas
disputas de micropoderes o capillas, siendo inconsecuentes con los compromisos
de romper los manejos cupulares para la construcción de candidaturas y de poner
a disposición de la ciudadanía la selección de sus candidatos a través de
primarias abiertas de verdad, insistiendo en discursos y propuestas que no
conectan con las mayorías nacionales; en fin. Como dice Rodrigo Barrenechea:
“(…) harían
bien los progresistas en avanzar en sus propias agendas de fortalecimiento
organizativo y programático. Mientras Keiko ha demostrado capacidad de
aprendizaje político y trata de conectar con más electores, otras fuerzas
siguen enfrascadas en peleas internas y debates que no le importan más que a
sus leales seguidores. Keiko se está arriesgando a salir de su zona de confort.
Hagan lo mismo.”
¿Quedará tiempo para poder
generar una propuesta viable para ofrecer al electorado desde ese lado del
espectro político, así como implementar una estrategia que pueda competir con
la de Keiko?, ¿tendrán los líderes de esos sectores progresistas la grandeza
para poder hacerlo?, o ¿deberemos resignarnos a que Keiko Fujimori triunfe en
su estrategia y sea la próxima presidenta del Perú? En las próximas semanas o
meses lo sabremos.
Este es el rostro que podría mantener Keiko Fujimori si sectores
progresistas siguen como están.
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