ANTE UN ESCENARIO DE MAYOR DIVISIÓN, EL EXGUERRILLERO ESCRIBIÓ UNA CARTA ABIERTA A LA IZQUIERDA
NOTA: Aun cuando la nota fue publicada en el mes de abril, la posteamos por considerar que su contenido es reflexivo
FUENTE LA MULA: 2015-04-15
FUENTE: 2015-04-15
FUENTE: 2015-04-15
En
julio del 2013, se presentó el Frente Amplio de Izquierda,
que en ese entonces estaba integrado por Fuerza Social, Tierra y Libertad,
Ciudadanos por el Cambio y el Movimiento de Afirmación Social. Las diferencias
entre estas organizaciones políticas se fueron reflejando a lo largo del camino
hasta que de ahí salieron dos grupos: la Coalición Progresista Unión de
Fuerzas de Izquierda (CPUFI), con el Partido Humanista de Yehude
Simon; y el Frente Amplio, que incluye a Tierra
y Libertad y
otras organizaciones.
Un
desencadenante de la ruptura fue Simon, quien fue el Jefe del Gabinete del
último gobierno de Alan García cuando ocurrió el trágico "Baguazo"
que afectó a policías e indígenas. Los
dirigentes de izquierda que se aliaron con Simon lo hicieron por una cuestión
práctica: su partido tiene inscripción electoral. El Movimiento Tierra y
Libertad se separó de este grupo porque, afirman, no pueden ir junto a un
exministro de un aprista e involucrado en un conflicto socio-ambiental que
provocó muertes. Los derechos ambientales e indígenas están por delante.
Otros
frentes de izquierda se están formando: Sergio Tejada y su Bloque
Nacional Popular y
Guillermo Bermejo del Movimiento Todas las Voces.
En
este contexto, Héctor Béjar,
abogado, sociólogo y exintegrante delEjército
de Liberación Nacional (ELN), publicó una carta abierta en la que da cuenta de las lecciones que debe
aprender la izquierda peruana.
A continuación, compartimos el texto:
A continuación, compartimos el texto:
CARTA ABIERTA
Estimados compañeros:
Estimados compañeros:
Vivimos un sistema abominable que
debe ser cambiado. Por lo menos para mí, la palabra revolución, ahora olvidada,
mantiene su sentido.
Sin embargo, hay un enorme
desbalance entre un poder concentrado por la riqueza en el mundo y en el Perú,
por un lado; y en el otro extremo un pequeño grupo de voluntades como las
nuestras que resulta débil frente a ese poder.
Queremos un sistema distinto sin
contar con ejércitos, ni bancos, ni estaciones de televisión, ni radioemisoras
de alcance nacional.
No hay punto de comparación entre
el poder de los conservadores del sistema, y quienes queremos cambiarlo.
Esa parte del problema es la
condición natural de la que partimos. Si la concentración de riqueza y la
injusticia no existieran, no tendríamos razón de ser.
Sin embargo, conviene hacer algunas
precisiones.
Si ahora no contamos con ningún
instrumento de poder real es porque desperdiciamos las circunstancias favorables
cuando se presentaron: parte de la izquierda fue el más firme obstáculo a la
revolución militar de Velasco. La izquierda parlamentaria de los setenta
abandonó su base popular. La Izquierda Unida no estuvo realmente unida. Partidos
y personajes de izquierda corrieron detrás del actual presidente cuando era
candidato, en vez de formar una agrupación capaz de contribuir a una
candidatura respetable.
En términos históricos, la
izquierda ha contribuido de manera decisiva a la organización de los
trabajadores, la defensa del pueblo, la denuncia de la explotación. Pero eso no
es suficiente.
Personajes de izquierda han participado
en todos los gobiernos nacionales incluido el de Fujimori solo para hacer
seguidismo.
Nada trascendental cambió, todo
siguió igual porque miramos la realidad social desde el poder o desde nuestra
situación pero no desde las necesidades de la gente. Por eso, al final,
resulta que ante los ojos del pueblo no hay ninguna diferencia real entre un
gobierno regional o local de izquierda y otro de derecha.
No tenemos el valor de analizar
los acontecimientos que hemos vivido o protagonizado. ¿Persistir? ¿En qué vamos
a persistir? ¿En los errores, los oportunismos, los egoísmos, las pequeñas y
grandes traiciones? ¿O en lo bueno, lo positivo que logramos?
Nuestras organizaciones no son
democracias que se renuevan sino pequeñas dictaduras en que los líderes
excluyentes se desgastan y envejecen sin soltar los cargos.
Hagamos que nuestros partidos y
nuestros grupos sean un ejemplo vivo y actual de lo que sería el nuevo sistema
por el que luchamos. No somos un ejemplo de eso.
Hemos idealizado al proletariado
y al pueblo. Aunque explotados, ellos, no nosotros, no son mejores que las
burguesías. Todos somos humanos. Tenemos los mismos egoísmos e
irracionalidades. Elogiarlos sin censura, seguir sus instintos y sus protestas
sin ejercer pedagogía política, es demagógico. Y la demagogia no conduce al
cambio de sistema sino a formas diversas de populismo y caudillismo.
Decenas, cientos de los nuestros
han muerto en distintas acciones armadas. Después fueron víctimas del terrorismo
que nació de nuestras propias filas como hijo de la ignorancia política, la
rabia, el dogmatismo y el fanatismo. Otros miles de peruanos y peruanas
padecieron las consecuencias de esta tragedia. En muchas partes de América
Latina y también en el Perú, las cuentas de asaltos a bancos y secuestros de
personas indefensas están por rendirse. Ninguna tolerancia, ninguna trenza es
admisible con los métodos terroristas ni con nada que los ignore, minimice o
justifique.
La revolución debe empezar en
nosotros. Si no somos ejemplo, no somos nada.
Debemos construir mentalmente y
aplicar en nuestras organizaciones el modelo de sociedad y de sistema político
por el cual luchamos. Ese sistema debe ser creativo, libre, alegre, de cara a
la vida, no sombría ni burocrática. Un sistema generoso, abierto a los demás,
no exclusivo y excluyente.
Nuestras historias son demasiado
fuertes y demasiado distintas. Las lealtades y complicidades de nuestros grupos
están tan enraizadas como nuestras desconfianzas de cada uno acerca de los
otros grupos. Es mucho lo que debemos cambiar para que la unidad sea posible. Y
aun así, ella no garantiza el éxito político en los términos que convienen al
país. ¿Por qué deberían seguirnos si estamos unidos? ¿Cuál es nuestra virtud
especial, qué les ofrecemos?
Lo mejor es hacer un balance
honesto, sereno, crítico y dejar el paso a las nuevas generaciones contribu
yendo de manera modesta a su formación. Dedicarnos a preparar el recambio.
Explicar, hablar claro y hacernos a un lado. Preparar algo más duradero, más
firme que nuestro propio recuerdo. Es el turno de los que vienen, no de los que
nos vamos.
Si realmente queremos algo
positivo propongo lo siguiente:
Que cada partido anuncie un
cronograma de renovación de cargos directivos en el corto plazo prohibiendo la
reelección de dirigentes.
Que todos los partidos y grupos
convoquen a una inscripción ordenada y general de los hombres y mujeres que se
autodefinen de izquierda.
Que haya en todo el país
elecciones democráticas y primarias para la nominación de candidatos a los
procesos electorales que se avecinan, incluido el presidencial.
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