NOBLE, GENEROSO, PERO A LA VEZ APASIONADO
GUERRERO CUANDO TUVO QUE SERLO
Más allá de su apasionamiento por la política entendida como
la búsqueda del bienestar, EL CAMARADA Raúl Wiener fue la voz del pueblo para
despecho de los inmorales, apartidas y parásitos políticos.
Carlos Páucar
escribió: “Se podía o no estar de acuerdo con sus ideas, con la manera de
expresarlas, pero era un batallador, un apasionado por el bien del país. Varios
corruptos estarán frotándose las manos pues Raúl Wiener no descansaba en
denunciarlos. Varios fujimoristas y apristas de mal vivir respirarán aliviados.
AGP, a quien Wiener dedicó libros y artículos innumerables, perdió a uno de sus
investigadores más tenaces. Igual Fujimori. El hombre, por eso, fue denunciado
muchas veces. Pueden celebrar los bribones y sus secuaces, pero frente a ese
breve gozo miles en cambio recordarán, recordaremos, el legado de este hombre
honesto, cabal con sus ideas y bolsillos”.
A continuación una
nota altamente emotiva y a l vez profundamente reflexiva lo que en verdad significo
Raúl Wiener y que parte cuando más lo
necesitamos.
CAMARADA, COLEGA RAÚL,
ADIÓS
César Lévano
Raúl Wiener, nuestro compañero en el área de investigación, murió ayer en el
momento del amanecer. Sé que sus últimas palabras escritas son dirigidas a mí,
con el afecto y el respeto de siempre.
Con
Raúl ingresamos en julio del 2007 a la honrosa aventura de LA PRIMERA (hoy
DIARIO UNO). Hemos librado, pues, juntos durante ocho años, sin pausas ni
enconos, una batalla que es parte de una guerra justa. Alguna vez he pensado,
mirando el techo color sábana percudida de Lima, que sin nubes no hay cielo.
Algunos nubarrones, escasos pero de principios, poblaron nuestra fraterna
amistad. Nunca condujeron al irrespeto ni menos a la ruptura.
Hemos
compartido la dura faena de informar y opinar con independencia por causas
nobles: contra la corrupción de Alan García, contra los crímenes del
fujimorato, contra la traición de Ollanta Humala, cuya campaña progresista
compartió, pero cuyas apostasías combatió desde que percibió en Palacio el olor
a podrido.
Hombre
de izquierda desde su temprana juventud sanmarquina, trotskista y seguidor de
Hugo Blanco en tiempos de tempestad y peligro, redactor económico en diversos
órganos de prensa, supo desde temprano que en el Perú la lucha por la
democracia era simultáneamente lucha por la justicia; la lucha por el buen
gobierno, lucha contra la corrupción y contra la impunidad.
A
partir de su radicalismo social entendió que defender la soberanía y el interés
nacional conduce a combatir el imperialismo y su recetario neoliberal
disfrazado de demócrata pero guiado por el saqueo político, la dictadura
política y el reclutamiento de sicarios de la política y el periodismo.
En
la coyuntura política actual, no coincidimos plenamente. Partiendo ambos de un
anhelo unitario, divergimos a veces en la identificación acerca de los
portadores de ese objetivo, de esa esperanza. En la etapa que se avecina, en el
debate que se va a librar, hubiera sido bueno escuchar su palabra.
Creo
que el pensamiento libre de Raúl iluminado por la luz de un sentido ético, de
una identificación con los de abajo y un sentido crítico nos habría llevado una
vez más, a una coincidencia esencial.
En
todo caso, para captar el mensaje permanente de Raúl están sus reveladores
libros y sus columnas de combate, entre ellas las que escribió en este diario y
en defensa del mismo, enfrentando las calumnias y las amenazas del poder
mediático, instrumento del gran poder, y los títeres de este, disfrazados de
izquierdistas y hasta de marxistas.
En
la dolorosa ocasión de la muerte de mi esposa, Raúl comentó: “Lo nuestro es
escribir”. Él seguirá escribiendo más allá de la muerte.
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