UNA HISTORIA DE MUERTOS
El artículo que posteamos pone una vez mas en evidencia de como la minería
no solo ocasiona daños ambientales irreparables,
también atenta contra la salud de
las poblaciones e influencia de manera perversa en otras actividades sociales.
Por Magalí
Zeballos
Entre el gobierno de Alan García y el de Ollanta Humala han muerto 253
personas en conflictos sociales. ¿Son viables los proyectos mineros sin
licencia social?
El Perú viene impulsando megaproyectos mineros por 20 mil millones de dólares,
según palabras del Premier Pedro Cateriano. El país lidera la producción de oro
en Suramérica, y ocupa el sexto lugar a nivel mundial; es el tercer productor
de cobre a nivel global y ocupa el segundo lugar en la producción de plata. En
el año 2010 la consultora PriceWaterhouseCoopers denominaba a Perú como uno de
los principales centros de inversión minera del mundo. Los gobernantes de turno
hablan de cifras y de proyecciones económicas basadas en la extracción de estos
recursos, y de la importancia del crecimiento económico que generan las
industrias extractivas sin mencionar los costos sociales y ambientales que ello
implica.
Tras dos décadas del ingreso de la minería a gran escala no ha sido
posible –en su gran mayoría- la convivencia con las poblaciones de las zonas de
influencia directa de estos proyectos, cada vez las relaciones se han tornado
más conflictivas debido a la defensa del agua y a su modelo de producción
local, como es la agricultura y la ganadería, versus un modelo que impulsa a
rajatabla las industrias extractivas bajo un crecimiento desordenado y sin una
política de ordenamiento territorial. Las concesiones mineras y la aprobación de
los proyectos se dan sin medir el impacto social ni ambiental, y el costo de
ello viene cobrando muchas vidas.
253 personas perdieron la vida en los últimos 9 años en conflictos sociales
253 personas perdieron la vida en los últimos 9 años en conflictos sociales
Durante el gobierno de Alan García (2006-2011) murieron 193 personas en
conflictos sociales, 153 civiles. Mientras que en la gestión del presidente
Ollanta Humala, las cifras van en ascenso con el conflicto del proyecto Tía
María de Southern Copper. En el lapso de 17 días han fallecido tres personas
(dos civiles y un policía) en torno a este conflicto, llegando a 60 muertes
durante los casi cuatro años del actual gobierno. 253 personas perdieron la
vida en los últimos 9 años, debido a que la criminalización y la represión han
sido una alternativa para imponer este modelo de desarrollo.
¿Sin licencia social es viable la explotación de los recursos naturales?
Actualmente, Conga (Cajamarca) y Tía María (Arequipa) no cuentan con
legitimidad social, y proyectos como Tambogrande y Majaz en Piura y Cerro
Quilish en Cajamarca no fueron viables por no tener licencia social. Todos
estos proyectos impulsados desde el poder Ejecutivo sin diálogo con las
poblaciones han dejado como saldo muertos, heridos, defensores ambientales
denunciados, secuestro y torturas, como fue el caso de la minera Majaz, donde
hubo flagrantes violaciones a los derechos humanos.
Optar por la militarización ha generado una tensa relación y rechazo
hacia las fuerzas del orden, en estas disputas han fallecido 41 militares
durante ambos gobiernos.
Desde el Poder Ejecutivo se ha ido tejiendo un manto de protección legal
a las fuerzas del orden, quienes intervienen mediante represiones violentas en
los conflictos. Durante los dos últimos gobiernos –García y Humala- se han
aprobado diversas normas legales, como los decretos legislativos: 982, 983,
988, 989, 991 y 1095. Este último fundamenta que las conductas ilícitas
atribuibles al personal militar son de jurisdicción y competencia del Fuero
Militar Policial. Además se aprobaron leyes como N° 29986 (26 de diciembre de 2012)
y N° 30151 del año 2014, que permiten hechos como el levantamiento de cadáveres
por efectivos militares y/o policiales sin presencia del fiscal en zonas
declaradas en estado de emergencia; exoneración de responsabilidad a policías y
militares que maten o hieran en ejercicio de sus funciones.
Cajamarca: una región minada
En el caso concreto de la región Cajamarca, el año 2006, el campesino
Isidro Llanos perdió la vida por defender el agua en Combayo. En 2012, el
conflicto Conga se cobró la vida de 5 personas, entre ellos un niño. Todas
estas muertes se dieron en disputas entre las fuerzas armadas y las
poblaciones, ninguno de estos crímenes han sido juzgados, siguen impunes.
En esta región existe un alto índice de criminalización de la protesta y
disputas entre los “pro mineros” y los “antimineros”. Entre los años 2004 y
2013 se han registrado 11 muertos, 282 heridos y 303 líderes ambientales
procesados, según la sistematización realizada por Gran Angular de los Informes
Defensoriales del año 2005 a 2014; y reportes de las ONGs como Grufides y la
Coordinadora Nacional de DD.HH, y archivos periodísticos.
Los más altos índices de los conflictos también se registran en esta
región. En la última década (2005 – 2014) se han reportado cerca a mil
conflictos (977), 80% se debieron a conflictos socioambientales (777); de este
último indicador, 480 se debieron al agua (61.7%), mientras los conflictos por
tierras fueron 104 (13.3%), de acuerdo a los reportes de conflictos de la
Defensoría del Pueblo. La sistematización arroja además que alrededor de la
minera Yanacocha se han dado los mayores eventos conflictivos: 241, siendo los
más frecuentes alrededor del proyecto minero Conga. La minera Coimolache
registra 76 conflictos en la última década, seguida de La Zanja (74), Gold
Fields (74).
La expansión minera sin límites es otro de los detonantes de los
conflictos. El 40% del territorio de Cajamarca está concesionado a la minería,
lo que representa casi 1.5 millones de hectáreas. Según el Ministerio de
Energía y Minas en la región existen 2,331 concesiones mineras, 24 unidades en
producción y 9 unidades en exploración.
Grupo Yanacocha tiene acumulado un total de 500 concesiones en Cajamarca, con una extensión de 396,567.28 ha.
Grupo Yanacocha tiene acumulado un total de 500 concesiones en Cajamarca, con una extensión de 396,567.28 ha.
La superficie territorial otorgada mediante concesiones a Yanacocha es
de 227,153.51 ha, con 302 concesiones acumuladas. Mientras que Chaupiloma Dos
tiene 144 concesiones con 124,357.64 ha. Newmont Perú tiene 54 concesiones con
una extensión de 45,056.13 ha. Así, el Grupo tiene un acumulado total de 500
concesiones, con una extensión de 396,567.28 ha en la Región Cajamarca. Esta
elevada cifra convierte a Yanacocha S.R.L. en la empresa minera con mayor
concesión en la región, seguida de Vale explorarion SAC, S.M.R.L. Chaupiloma II
de Cajamarca, y Barrick Misquichilca S.A. (CooperAcción/Ingemmet. Oct.2014).
Minería y pobreza
El historiador Antonio Zapata señala que la enorme riqueza minera del
Perú contrasta vivamente con la pobreza de las regiones donde se asienta su
producción. Así por ejemplo, Cajamarca, Huancavelica y Pasco se hallan entre
las regiones más pobres del Perú, no obstante la vigencia y antigüedad de la
gran minería en estas localidades. Son pocas las regiones, como Moquegua y
Tacna, que han logrado combinar gran minería con desarrollo. En la mayoría de
casos, por el contrario, la presencia de la gran minería ha traído pobreza para
las regiones y también para para los mismos trabajadores mineros.
Cajamarca, tras 22 años de gran minería, sigue siendo una de las
regiones más pobres del país. Esta región, que concentra la mayor producción de
oro del Perú, y que debería ser el modelo de desarrollo en el país, es la
región con mayores desigualdades, lidera las cifras de pobreza en el país
(53.7%) y de desnutrición crónica en niños menores de 5 años. 154,800 personas
de 15 y más años de edad no saben leer ni escribir, siendo la población
femenina la que presenta la tasa más elevada, alcanzando el 25,5%. Asimismo, 57
mil niños de 3 a 5 años no acceden al sistema educativo, lo que arroja un
déficit de 58.6%.
Si bien es cierto que la distribución de la riqueza en las zonas rurales
es una tarea que le compete al Estado y no a las empresas mineras que operan en
la zona, los gobiernos de turno no han buscado equidad en la distribución de
las riquezas generadas durante dos décadas. Además, no ha fomentado el orden
bajo un esquema de responsabilidad ambiental ni legitimidad social, ni han
impulsado compensaciones en cuanto a impactos ambientales, sobre las personas y
las comunidades.
¿Cuántas décadas más debe esperar Cajamarca para que su población vea
los beneficios de la minería? “Más allá de las cifras macroeconómicas y de los
millonarios ingresos que genera esta actividad a las arcas del Estado, lo
tangible es que Cajamarca es el departamento más pobre del país y las
comunidades han visto muy pocos beneficios en estos últimos 20 años”, sostiene
Keith Slack gerente de Programa de Industrias Extractivas de Oxfam América.
La exclusión de otras actividades productivas ha arrastrado a que las poblaciones queden sumergidas en la pobreza
La exclusión de otras actividades productivas ha arrastrado a que las poblaciones queden sumergidas en la pobreza
“El problema central es que no hay una mirada de desarrollo compartido,
el gobierno central no articula con los gobiernos locales ni regionales, no hay
una visión común de desarrollo. La actividad minera es importante, pero en un
horizonte de actividades la minería no debe ser lo más importante, sino también
la agricultura y la ganadería. La exclusión de otras actividades productivas de
las regiones ha arrastrado a que las poblaciones queden sumergidas en la
pobreza. La ausencia del Estado a nivel de la diversificación productiva es
fuerte. Nosotros hemos propuesto desde el Gobierno Regional diversificar la
económica con diferentes actividades, sin embargo no hay interés desde el
Ejecutivo”, señala Sergio Sánchez, gerente de Recursos Naturales del Gobierno
Regional de Cajamarca.
Al respecto, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL) señala que históricamente la región no ha logrado traducir los períodos
de bonanza exportadora de sus recursos en procesos de desarrollo económico de
largo plazo. Pues no se trata solo de superar el paradigma extractivista para
avanzar hacia una diversificación productiva, sino también de transformar el
capital derivado de los recursos no renovables de la región en capital humano
-educación y capacitación-, infraestructura física y social, innovación y
desarrollo tecnológico con criterios de largo plazo para impulsar el cambio
estructural con igualdad.
Slack recomienda que para llevar adelante las inversiones se debe
empezar a transparentar las actividades extractivistas, proveer información a
las comunidades, escuchar y responder a las preocupaciones que tienen. “Debe
haber procesos de consulta, no se puede avanzar en un proyecto sí o sí pensando
que las comunidades son un obstáculo para la inversión, ellos (comunidades)
deben ser tratados como socios no como objetos de obstáculos, tampoco se debe
quitar legitimidad a las opiniones de las comunidades, las mineras hablan de
“pequeñas lagunitas”, como si no fueran cosas importantes para las poblaciones,
cuando son la base fundamental de su producción agrícola”, dice.
Los muertos y heridos en conflictos sociales no pueden seguir siendo
considerados como una consecuencia a la oposición de un proyecto extractivo, la
discusión no se debe centrar en “minería sí o no”. Es falaz presentar estas dos
únicas opciones para poder reflexionar sobre la minería o el modelo económico
en el país. Hay preocupaciones y demandas reales que deben ser atendidas.
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