UN CASO CONCRETO: PERIODISTAS
MERMELEROS
Rosa María palacios ha sido y es
criticada por mantener, una línea editorial de apoyo a gobiernos de turno. Esto
se hizo más notorio en sus comentarios a favor de la Primera Dama de La Nación
Nadine Heredia. Leer sus comentarios nos permite constatar una vez más al absurdo de
encubrir solapadamente. Caso concreto de lo que podría denominarse como
una abierta apología al mermelerismo.
Manuel Tarazona Espinoza comentaba: Es muy diferente la labor periodística ejercida
por periodistas que el trabajo de los comentaristas (opinólogos les llaman). No
es lo mismo fracasar en la profesión escogida y esconderse bajo el quehacer
periodístico. Los abogados pueden y deben opinar sobre lo que saben: las leyes,
así como los reposteros de la mermelada. Zapatero a tus zapatos. Y mal hacen
los medios de comunicación al no advertir que las opiniones que publican -no
escritas por periodistas pertenecen al profesional o experto en el asunto que
trata. Desde tiempos antiguos, desde el comienzo de la república más
notoriamente, quienes no podían ejercer su profesión o fracasaban en el intento
se refugiaban en el comentario que se publicaba en los diferentes medios.
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EL MERMELERISMO DEL SIGLO XXI
Dice
Rosa María Palacios (que no siendo colega periodista en estricto término, pero
a quien de alguna manera siempre me resistí a no considerarla como tal) que
para hablar y entender de política es necesaria la formación de abogado. Y ahí
si desbarra.
Porque
se puede entender que necesitando trabajar haga las funciones de asesora de
imagen y vocera de un político (en este caso de la pareja presidencial, o más
específicamente de la Primera Dama) pero de ahí a ningunear a quienes hacemos
análisis político hace años, basados en nuestra formación y experiencia en el
periodismo, hay un trecho enorme.
Yo le
retrucaría, con el respeto que me merece y la cuasi admiración que alguna vez
le tuve, que para hablar de política y de los políticos, la principal
condición, ética, deontológica, moral, como quiera llamarla, es no ser rentado
por ellos. Ya la entrevista que le hiciera en su blog olía bastante a dulce
para el pan.
Pero
en estos tiempos es difícil. El hilo que separa la independencia y la
objetividad del mermelerismo es bastante delgado. Ahí está el diario El
Comercio, para poner un ejemplo. Hace 60 años o más era enemigo acérrimo del
APRA y cuando el autogolpe del 92 lo condenó, (tibiamente hay que decirlo
también).
Hoy se
la juega toda para que pasen a segunda vuelta Keiko Fujimori y Alan García, y
echa mano de sus tentáculos en diversos medios concentrados, aunque esto suene
a patraña aún para quienes no ven el bosque, sino los mismos arbolitos que nos
han tenido como estamos en materia de gobiernos y congresos en los últimos
años.
Y para
seguirla embarrando, apuesta también fichas al máximo por el Alcalde de Lima,
Luis Castañeda Lossio, quien en un mes, en virtud a encuestas que obviamente
están manipuladas (porque no existe día en que no se le agarre de piñata en las
redes sociales por sus continuos despropósitos) resulta que crece en
popularidad cada semana. En el colmo de la descoordinación, la edición digital
publica la denuncia sobre maltrato a los animales del Parque de las Leyendas y
el hecho que sacrifiquen algunos para de dar de comer a otros, y luego la nota
es reportada en FB (“baneada”, “troleada”, en el argot de las redes) para que
no pueda ser vista. ¿A quién le conviene esta censura?
A muchos políticos les encanta rodearse de periodistas, y eso no es malo. Conozco varios que aprovechan las tertulias con los hombres y mujeres de prensa para enterarse de qué piensa realmente la gente de la calle sobre ellos, para medir si sus acciones (o la falta de ellas por cálculo o desconocimiento) serán bien o mal recibidas por la opinión pública. Tampoco es condenable que se contrate periodistas para una adecuada difusión de sus actividades. Pero cuando se pretende ver la política sólo bajo el cristal de quien paga, y se busca desacreditar a quienes no las ven así, ahí estamos ante un problema.
A muchos políticos les encanta rodearse de periodistas, y eso no es malo. Conozco varios que aprovechan las tertulias con los hombres y mujeres de prensa para enterarse de qué piensa realmente la gente de la calle sobre ellos, para medir si sus acciones (o la falta de ellas por cálculo o desconocimiento) serán bien o mal recibidas por la opinión pública. Tampoco es condenable que se contrate periodistas para una adecuada difusión de sus actividades. Pero cuando se pretende ver la política sólo bajo el cristal de quien paga, y se busca desacreditar a quienes no las ven así, ahí estamos ante un problema.
Y Rosa
María Palacios lo sabe, como El Comercio también. La gente no es tonta, y la
credibilidad es fundamental para hacerse de una reputación en los medios.
Ningunear a los verdaderos periodistas y soltar que sólo los abogados entienden
la política y son los únicos capacitados para hablar de ella, es tan falso como
agraviante.
Y eso
hace aparecer a quien acuña semejante concepto en alguien tan en trompo como
Toledo esperando como tratará el Ministerio Público su caso Ecoteva, a Keiko
cuando le hablan de sus millonarios ingresos (y los de su esposo) sin trabajar,
a García cuando se le vincula con los narcoindultos y Oropeza, y a Nadine
Heredia, Martín Beláunde Lossio y demás satélites (muchos hoy eficaces
colaboradores que han recuperado la memoria) que actualmente apelan al
brasileño Favre para victimizarse por la simple pregunta de una congresista.
Por: JAVIER ALEJANDRO RAMOS
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