No es temporada de circo pero igual. Algunos congresistas de la pandilla que lidera Keiko Fujimori se preparan para hacernos reír con sus chistes de la renuncia como lo da a entender la nota informativa que adjuntamos para la reflexión y difusión:
KEIKO SE DESMORONA
Por Diario UNO el febrero 21, 2018
Un alud de renuncias amenaza a Fuerza
Popular, el partido de Keiko Fujimori. Después del apartamiento de Lucio Ávila,
se ha difundido la voz de que otros ocho congresistas de esa bancada alistan su
partida. Tenemos la nómina de los renunciantes, pero nos recomiendan privacidad
por el momento.
Todo indica que la movida viene de
aguas profundas. No se debe a la astucia táctica de Kenji Fujimori, ni al
caprichoso autoritarismo de Keiko. Desde el fondo del escenario emerge la mano
del mismísimo Alberto Fujimori.
Punto central de la discrepancia
entre las dos alas del fujimorismo es el de la vacancia del presidente Pedro
Pablo Kuczynski. Sería Alberto Fujimori quien estaría articulando el
desmoronamiento de Fuerza Popular.
Si eso fuera cierto, confirmaría que
la defensa de PPK fue antes y es ahora producto, no de un criterio médico, o de
una inspiración humanitaria, sino de un pacto escrito bajo la mesa por Kenji y
personeros de PPK.
Si la mano que maneja la maniobra es
la del exdictador, puede deducirse que hacen falta más desertores de Fuerza
Popular. Ocho menos son insuficientes.
Una vez más salta a la vista que
Fuerza Popular no es, en sentido estricto, un partido. Sus fisuras y sus
contradicciones no se refieren a programas, doctrinas, proyecto nacional, sino
a problemas de coyuntura y personales. En este caso, lo que divide es la vía de
salvación del padre de la criatura.
Un problema derivado es PPK. Keiko y
sus partidarios siguen dolidos por el hecho de que PPK atrajera votos que
impidieron que ella fuera elegida presidenta de la República en el 2016.
En días recientes, PPK ha empeorado
su mensaje. Afirma que su vacancia es propuesta de un grupo comunista. De
acuerdo a esa arbitraria especulación sus críticos le hacen el juego a esos
bolcheviques locales. Es una forma de congraciarse con el amo imperialista.
Pero hay algo más. PPK sabe que no es
solo la extrema izquierda la que pide que se vaya. Todas las encuestas de
opinión lo exhiben como un político azotado por el descrédito. A la luz de esos
datos, sabe él que sí puede ser vacado.
De ahí que el tono de su voz se va
poblando de ira, calumnias y amenazas a medida que se acerca el día de su adiós
al poder y los negocios en el poder.
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