LA POLÍTICA COMO ACTIVIDAD COMERCIAL
Por Juan Sheput
La
política en el Perú se ha vuelto una actividad comercial, en algunos casos
lindante con lo delictivo en la cual el afán de servicio es lo último en que se
piensa ya que lo que prolifera en el espectro, de izquierda a derecha, es
simplemente la captura del presupuesto público, es decir en el botín.
Hace un par de semanas, invitado por el Instituto Republicano
Internacional (IRI) estuve en Panamá donde tuve la oportunidad de escuchar al
politólogo Patricio Navia, chileno, quien señalaba, contrariamente a lo que
habían señalado expositores venezolanos, que no se puede entender todo lo que
hace Nicolás Maduro como malo pues si este tiene un alto porcentaje de la población que lo apoya es porque algo está
haciendo en favor de un determinado sector social. Algo similar ya había dicho
antes, en su columna de La República, otro destacado politólogo, Steven
Levitsky, en el sentido de la comprensión por sectores sociales que se
sienten beneficiados por determinadas
acciones de algunos políticos. Descalificar a estos votantes por ese hecho
demostraría el pobre nivel al que pueden llegar algunos comentaristas en el
país.
Si bien es cierto en Lima estamos viviendo la más lamentable de
las últimas campañas electorales, las elecciones en provincias pueden dar
algunos resultados sorprendentes. Uno de ellos es el triunfo en primera vuelta
de Gregorio Santos o triunfos de otras posturas radicales en otros lugares del
país. Ello no debe significar la descalificación de sus electores, sino tratar
de entender lo poco que comprendemos a nuestros hermanos del interior del país.
En lugar de tratar de “tarados” o ignorantes a quiénes votan por posiciones mal
llamadas radicales deberíamos preguntarnos el por qué lo hacen ¿Acaso estamos
entendiendo su postura a favor de la protección ambiental, la protección de
páramos o el respeto por zonas de reserva natural? No, la política en el Perú
se ha vuelto una actividad comercial, en algunos casos lindante con lo
delictivo en la cual el afán de servicio es lo último en que se piensa ya que
lo que prolifera en el espectro, de izquierda a derecha, es simplemente la
captura del presupuesto público, es decir en el botín.
El crimen de unos comuneros ashaninkas en manos de la
delincuencia organizada no ha significado un despliegue mediático de los
funcionarios responsables que ayude a movilizar su captura. Ni la ministra de
la mujer y poblaciones vulnerables ni el ministro del interior se han sentido
conmovidos por un crimen que demuestra lo lejos que están algunos compatriotas
del Estado inclusivo que pregona el presidente Ollanta Humala. No nos
sorprende, eso no les da cámaras, y ya sabemos del sentido protagónico que
mueve a estos funcionarios.
En lugar de descalificar a quiénes firman por el Movadef para
que se convierta en partido, o en quiénes votan por las mal llamadas opciones
radicales deberíamos pensar inteligentemente qué podemos hacer para atraer a
esos compatriotas y tratar de comprender que si existen ese tipo de votantes es
porque insistimos en posiciones que lo único que están haciendo es generar
mayor desigualdad. Si hay permisividad con la corrupción y el “no importa que
robe con tal que haga obra” es un dicho aceptado por una estimable mayoría pues estamos en graves problemas como
sociedad. Y ello es culpa de querer hacernos creer que el modelo es sólo
económico y no social y que la política, repito, se circunscribe a lo
comercial. De seguir así que no nos sorprenda que la situación empeore. Si eso
sucede, como dice el romance español, “que no se queje el cadáver de los
gusanos, pues él los ha creado”.
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