Puede parecer una paradoja, pero la
unidad (las distintas “unidades”) con que tantea la izquierda, despiertan muy
poco interés en la gente
En
su art. Nacionalismo e izquierda escribía
Raúl Wiener: En estos días la izquierda ha
estado tratando de superar las confusiones que se creó ella misma, al llamar
“amplio”, a lo que no era sino una coordinadora de pequeños partidos, creándose
un obstáculo para actuar con mayor amplitud real, y al entregar a uno de sus
miembros, el único con inscripción legal, el encargo de adoptar el nombre de
“el frente”, que al explotar durante las regionales y municipales terminó por
enredar las cosas, ya que el Frente Amplio se convirtió en el nuevo nombre de
Tierra y Libertad, en su actuación por su cuenta.
. Se forman mesas, se crean
coordinadoras, se sacan pronunciamientos, pero la sensación es que se camina hacia
lo inexorable, es decir que los grupos que puedan agarrarse de alguna
inscripción vigente, van a defender ese lugar aparentemente de protección y el
rollo que elaboraron para agruparse. Y que al final , la izquierda será
golpeada hasta el fondo por las encuestas antes de terminar noqueada en las
elecciones.
Es tan evidente la confusión, que los
bloques mayoritarios están ya ensayando sus precandidaturas donde aparecen
nombres que serían inimaginables en una disputa de envergadura nacional, pero
en vez de producir el efecto de entusiasmo democrático al que seguro apuestan
sus animadores, lo que alimentan es una mayor confusión: con varios bloques con
varios precandidatos, que todavía piensan en dirimir su propuesta entre ellos,
y supuestamente de ahí ir a una votación general.
¿Cuánto efecto se produce en la
sociedad menos politizada y mayoritaria, que vive del día a día, una serie de
“primarias” izquierdistas para dirimir entre sus precandidatos? Creo que muy
poco. A estas alturas debería haber no más de tres propuestas (Verónika,
Sergio, Carmela, por empezar a resolver el problema), una línea clara para
impedir el acaparamiento de la elección y el poder por la reacción extrema, y
un espíritu amplio, para incluir en la unidad fuerzas democráticas y progresistas.
Esto en vez de producir Congresos
cerrados de algunos cientos de delegados, de hacer declaraciones por la unidad
que los firmantes a veces ni respetan o son contradichos desde sus
organizaciones, o de lograr alguna mención de la prensa.
Lo que se exige de la izquierda son
actos fuertes, como los que llevaron a las victorias contrasistema en casi
todos los procesos de los últimos años, y que se explican siempre por la
intensidad de la contradicción entre los principales adversarios.
Si a esto le añadimos mecanismos
democráticos y de frente único, se puede con suerte despertar inquietudes
nuevas como las que se ven en España y otros países. Pero lo que cuenta es el
contenido. En un país que ha pasado por la traición de Humala, del que ahora la
derecha pretende sacar provecho afirmando que así, mediocres, fallidos y
corruptos, son todos los izquierdistas, cuando precisamente se trata de romper
con un modelo de por lo menos 25 años, del que Ollanta Humala no pudo escapar.
Lo que tenemos a vista, en cambio, es
una izquierda parada en el sitio, asegurando estar haciendo trámites
internos, sin mucho criterio de cómo se pasa a acuerdos de unidad que nos metan
nuevamente en un enredo de reuniones de tanteo y proclamaciones. Podríamos
decir que el tiempo ya acabó. Y si no hay respuestas las siguientes semanas,
habremos agregado a nuestra historia de divisiones de muchos años, una peor,
que no se sabe dónde nos lleva.
Publicadas por Raúl Wiene
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