Una
muerte anunciada podría ser el
encabezamiento de esta nota para describir lo que nunca debió ocurrir: la muerte horrenda
de cuatro jóvenes, encerrados con llave en el interior de un conteiner.
Como
lo señala Don Cesar Lévano: “Todos ellos son héroes y mártires del trabajo,
víctimas de la época económica neoliberal, que bajo Alberto Fujimori eliminó
derechos sociales básicos y con la pareja Ollanta Humala-Nadine Heredia
prolongó la línea anti laboral y se negó a aumentar el salario mínimo”.
Por
desgracia, esas son las condiciones de
trabajo que hoy predominan en nuestro país.
A
continuación el desgarrador relato de un
dista sobre los jóvenes desparecidos en
el incendio de Las Malvinas:
"Perdónanos, Jorge, porque nuestra
informalidad te hizo perder la vida": El incendio en Las Malvinas bajo la
mirada de un periodista
PERU 21 Domingo 25 de junio del 2017 | 13:45
Pablo C. Vilcachagua, periodista de Perú.21, reflexionó
sobre las posibles víctimas de la tragedia, quienes trabajaban en condiciones
inhumanas, encerrados en containers.
·Ayer te decían Jorge, hoy no se sabe
si eres Luis o Jovi, o los tres
Pablo Vilcachagua @pablovil
LO SIENTO
Ya ha pasado casi tres días y las imágenes no se me borran, se
endurecen y permanecen golpeando mi mente. El joven como puede saca su mano de
la ventana de un container, lanza fluorescentes, tira palos, hasta un polo
verde. Grita, llora, sufre. El humo negro apenas lo deja ver. Abajo, su madre
llora impotente dejando una escena suplicante, dice que hace un rato recibió
una llamada suya. Le contaba, probablemente tosiendo, que estaba encerrado con
llave, que no podía salir. Su jefe lo había aprisionado como todos los días.
Ayer te decían Jorge, hoy no se sabe si eres Luis o Jovi, o los
tres. Aún no se conoce tu nombre, pero sí que tu jefe te encerró, que ese
malnacido, aparte de hacerte trabajar en condiciones infrahumanas, se iba
dejándote adentro trabajando con la puerta cerrada con un candado. ‘Cómo
decirle algo, mamá, si tú sabes, chamba es chamba’, seguro le dijiste a ella
con aire a despedida. Qué huevos Jorge, tremendos huevos para meterte a
trabajar en algo así para conseguir plata para tu hija. Imagino esos segundos
de dolor, aspirando nada más que humo negro, y se me parte el alma.
Lo siento porque apenas tenías 21 años. Tengo un hermano de esa
edad y me duele de solo pensar. Quizás, por las circunstancias, haya terminado
como tú, trabajando en esas condiciones. Pero me duele más porque tu muerte es algo con lo que cargaremos todos, TO-DOS. El presidente, alcalde, jefe de Defensa Civil, el
congresista, el ministro, el dueño del local, el guardia, el reportero, el
vecino, tu jefe, yo y tú. Porque dime, Jorge, ¿acaso nosotros no vemos a diario
que la informalidad reina en nuestra vida? ¿Acaso no nos quedamos callados al
ver cómo ese tipo bota la basura por la ventana de su carro o a la vecina
tirando su bolsa en medio del parque? ¿No cerramos los ojos cada vez que un
amigo le paga a un policía una coima por manejar sin SOAT o en el club hacen un baño solo para
empleadas? ¿No nos matamos de la risa mientras contamos cómo le sacamos la
vuelta a la Sunat o cómo nos quedamos dormidos en el Metropolitano para no dar
asiento? Así es, Jorge, así siempre ha sido y nos creemos los más pendejos del
mundo. ¿Por qué cambiar eso? Eso no es popular, para nada. Popular es hacer un
by-pass en seis meses, hacer la gran fiesta de aniversario de tu distrito,
salir con una modelo, pelearse por el pisco o sacar a un presidente de la
cárcel. Eso es popular, Jorge. Tu vida y la de tus compañeros no, ya te diste
cuenta. Si no le importaba a tu jefe, ¿por qué crees que al alcalde sí?
Perdónanos, Jorge, porque ha pasado un día y me sigo preguntando
qué habría pasado si no hubieses sido tú, sino el presidente quien estuviese
dentro del container. No me imagino a los familiares del mandatario implorando
que lo saquen, pero, bueno, así es el Perú, Jorge. El Perú que se alegra y se
siente orgulloso por tener la mejor comida del mundo, pero que es incapaz de
tener a los empleados de los restaurantes con un seguro digno. El Perú de
nuestros abuelos y padres, y que aguarda con ansias cualquier pleito con Chile
para sacar el falso patriotismo. El país que sueña e invierte pensando en ir al
Mundial desde hace 40 años, pero que no logra subir ni un puesto en educación
desde hace 50. Qué lindo, carambas, qué envidia deben sentir los demás países
de nosotros, ¿no?
Qué ironía, hermano, hoy, mañana y, si tienes suerte, hasta la
próxima semana continuarás siendo portada de los diarios, pero en julio ya
nadie se acordará de ti, ni de tu madre ni de tu hija. Ni siquiera descansarás en paz porque tu jefe, a estas horas,
ya debe estar fuera del país, el alcalde continuará lavándose las manos y
cualquier juicio demorará años enteros en algún juzgado hasta que algún otro vivo
vaya a quemar los archivos. Nosotros también haremos poco, ni lo dudes. Nos
indignaremos y lloraremos, pero mañana, tempranito, seguiremos tomando esa
combi o colectivo informal para ir al trabajo y más tarde iremos a comprar a
ese localcito en Gamarra apilado de cajas, obviamente apuraditos para que no
nos pase nada. ¿Piensas que ahora por fin sí cederemos el paso a una ambulancia
o a los bomberos?
Lo siento tremendamente, Jorge, porque ya pasaron tres días y
hasta ahora no hay responsables. Ni siquiera un congresista se ha acercado al
lugar. Los bomberos, como pueden, te siguen buscando y hacen su mejor esfuerzo,
eso ni lo dudes, pero ya es casi imposible encontrarte con vida. Pasan las
horas y tu mamá ya está derrumbada de dolor. Perdónanos,
Jorge, porque nuestra informalidad te hizo perder la vida. Nada
te traerá de vuelta. Roguemos que no seas olvidado y gracias, porque también
has hecho mucho: nos ayudaste a desnudar que no somos más que un país podrido,
cimentado en containers informales que se queman a diario.
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