¿CUÁL SERÁ SU ULTIMA
ESTUPIDEZ?
Realmente cuesta mucho creer que entre
los periodistas existan personajes como Magaly Medina que no tienen el valor suficiente para llamar
las cosas por su nombre, dejando que su conciencia los traicione al colmo de
comportarse como un verdadero cobarde.
Este es el escenario en el cual se desplaza la ex reo Magaly Medina que peca de idiota cuando habla contra las justas demandas de los estudiantes de la Universidad San Marcos, sobre todo cuando los tilda de aprendices de terroristas cuando en verdad son víctimas de la exclusión y el olvido de parte de los gobiernos de turno como lo da a entender la columna de la periodista Claudia Cisneros y que adjuntamos por su alto contenido reflexivo.
Este es el escenario en el cual se desplaza la ex reo Magaly Medina que peca de idiota cuando habla contra las justas demandas de los estudiantes de la Universidad San Marcos, sobre todo cuando los tilda de aprendices de terroristas cuando en verdad son víctimas de la exclusión y el olvido de parte de los gobiernos de turno como lo da a entender la columna de la periodista Claudia Cisneros y que adjuntamos por su alto contenido reflexivo.
COLUMNA DIRIGIDO AL ENANISMO MENTAL DE LA
EX REA ENCANADA. MAGALY MEDINA.
SAN MARCOS, TERRORISMO Y DESINFORMACIÓN
Escribe:
Escribe:
Claudia Cisneros
No es fácil para un periodista estar informado al detalle de todo tipo de temas que asaltan la coyuntura a diario. Son muchos y muy variados. Pero es su trabajo. La mayor parte de su tiempo fuera de cámaras o micrófonos debe pasarla informándose. No solo de fuentes periodísticas sino también de los protagonistas mismos de una problemática. Solo así uno puede conjurar el prejuicio de la ignorancia y acercarse mejor a esclarecer el problema para el público para el que trabaja. Y quizás incluso ayudar al encausamiento. Por eso la humildad es la mejor forma de abordar cualquier tema en un escenario periodístico en el que no se tiene la información suficiente.
No es fácil para un periodista estar informado al detalle de todo tipo de temas que asaltan la coyuntura a diario. Son muchos y muy variados. Pero es su trabajo. La mayor parte de su tiempo fuera de cámaras o micrófonos debe pasarla informándose. No solo de fuentes periodísticas sino también de los protagonistas mismos de una problemática. Solo así uno puede conjurar el prejuicio de la ignorancia y acercarse mejor a esclarecer el problema para el público para el que trabaja. Y quizás incluso ayudar al encausamiento. Por eso la humildad es la mejor forma de abordar cualquier tema en un escenario periodístico en el que no se tiene la información suficiente.
Como periodista, espectadora y como
peruana, me fue muy duro escuchar a diferentes comunicadores en estos días
expresarse de los estudiantes de San Marcos con un prejuicio y un desprecio que
antes que indignación me generaron pena por la facilidad en que se puede caer
en la desvalorización y la condena. Pienso que el periodista valiente e íntegro
no es el que gritonea a un estudiante o maltrata a una mujer que ha perdido
peso político, sino quien es capaz de ser incisivo con quienes más poder
detentan y más cuestionamientos tienen. A más poder más exigencia en la
fiscalización. Este es el acercamiento ético que un periodista debe tener con
el poder. No reverenciarlo, cuestionarlo. Es lo que sirve a la sociedad.
Pero aun teniendo buenas intenciones
nadie está libre de sus puntos ciegos, de sus creencias arraigadas y
experiencias que pueden llevar a prejuicios que entorpecen su labor. Por eso
uno de los mayores esfuerzos de un comunicador es evitar el sesgo de
confirmación, que es buscar información o declaraciones que confirmen una
creencia previa nuestra (ojo, creencia, no datos, no hechos, no información).
Por eso, cuando se trata de esclarecer un problema lo mejor es escuchar con
sincera voluntad de entendimiento del otro.
Cuando en el caso San Marcos un
periodista sintetiza el problema a “una pelea por 10 céntimos”, está haciendo
una reducción dañina. No solo porque está trastocando la dimensión social,
económica y política del problema y reduciéndola a un peseteo, sino porque ha
dejado de escuchar con humildad y empatía. Si su vida no le ha permitido
experimentar cómo se cuentan centavos cuando la economía es más que austera,
puede preguntar al estudiante por qué son tan importantes esos 10 céntimos
diarios. Eso abre paso a escuchar de verdad y entender la problemática desde el
fondo, y no cerrar el problema unilateralmente enjuiciando a los estudiantes
como laberintosos por una pequeñez.
Llamarle laberinto a la protesta es
también hacer una valoración apresurada, injusta y dañina. Protestar cuesta.
Cuesta tiempo, conlleva un estrés emocional y gastos de donde uno no tiene.
Pero ante las injusticias, la corrupción y el abuso de la autoridad, protestar
es una necesidad cívica, un deber moral y un derecho. Por eso cuando otro
periodista exige como prueba de honestidad descubrirse el rostro tampoco está
entendiendo la complejidad del problema y lo filtra sesgadamente según su sola
experiencia. Eso también es un punto ciego. Si diera primero espacio a conocer
antes de emitir juicio de valor preguntaría a esos estudiantes qué los lleva a
cubrirse el rostro. Entendería los abusos que la autoridad ha cometido con
quienes protestan de alguna manera y por qué entonces cuidan de no revelar su
identidad. La clave está, creo yo, en abrir espacio con más preguntas antes de
emitir un juicio de valor apresurado. Así evitamos que nuestras experiencias de
vida nos jueguen una pasada al juzgar a otros proyectando inconscientemente en
ellos nuestro entorno y experiencias. A ambos periodistas les guardo afecto y
respeto, por eso mis apuntes son en buena cuenta una forma de compartir con
ellos unas reflexiones, porque sé que son personas bien intencionadas,
inteligentes y preparadas. Y sé que se toman muy en serio el trabajo que hacen
y la responsabilidad que tienen.
Sobre la otra, que no es ni muy
inteligente, ni instruida, ni bien intencionada, pues no hay mucho que esperar
y puede entenderse que espete maliciosa e ignorantemente calificativos como
“aprendices de terroristas” a chicos que luchan por su educación en un país que
debería asegurarles los mejores estudios sin contratiempos como este. El colmo
que ellos tengan que tomar en sus manos el exigir resolución y sufrir las
consecuencias de autoridades ineficientes. El colmo que pese a su “milagro
macroeconómico” este país siga poniendo a la educación en el último peldaño. El
colmo que en un país dominado y penetrado por la corrupción económica y el
enanismo mental, se les llame terroristas a quienes exigen el derecho a
estudiar. Así de mal estamos. ¡Fuerza San Marcos!
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