¿ CUÁL ES LA VERDAD?
Por: Alejandro Teitelbaum.
Lunes 13 de enero de 2014
¿Rigor analítico y propositivo o progresismo débil y errático? La señora Isabel Rauber ha escrito un artículo (Gobiernos populares de Latinoamérica ¿transición o reciclaje?) publicado en ARGENPRESS el 3/1/14 y en ACTA, Agencia de Noticias de la CTA el 2/1/14, donde comienza por referirse a una nota de Eduardo Gudynas (Izquierda y progresismo: la gran divergencia) publicado en ALAI, América Latina en Movimiento el 24/12/13, y después reflexiona sobre las problemáticas sociales actuales.La parte en que se refiere a la nota de Gudynas critica a éste porque para calificar a algunos gobiernos de la región latinoamericana emplea la expresión “nueva izquierda” y luego los “subclasifica” -escribe Rauber- como “progresistas”.
La autora le reprocha a Gudynas no definir claramente qué
entiende por “nueva izquierda”, “izquierda clásica” y “progresismo”.
Es posible que Gudynas, en su corta nota, haya dado por
sobreentendido lo que supone que todo (o casi todo) el mundo sabe: que se
denomina “nueva izquierda” a los movimientos o líneas de pensamiento que proponen
la revisión de los planteamientos marxistas (los neo y postmarxistas). Que
“izquierda clásica” hace referencia a quienes defienden la plena actualidad del
marxismo, en cuanto método de análisis y conocimiento y como la crítica más
elaborada y completa del sistema capitalista, basado éste en la propiedad
privada de los instrumentos y medios de producción y de cambio y en la
explotación del trabajo humano y que postula la necesidad de su abolición para
sustituirlo por un sistema socialista de propiedad colectiva de dichos
instrumentos y medios de producción y de cambio.
“Progresista” para
Gudynas, en el contexto de su artículo, sería la consecuencia necesaria del
neoizquierdismo. Y consistiría en el abandono de la perspectiva socialista
contenida en la “izquierda clásica” para quedarse, en el mejor de los casos, en
reformas dentro del sistema capitalista con alguna política redistributiva
generalmente por vía asistencial, que, como la experiencia indica, tiene las
patas cortas y no tarda en revertirse. Los Gobiernos latinoamericanos llamados
“progresistas” o “socialistas del Siglo XXI”, serían, según Gudynas, ejemplo de
esto último. El título de su artículo es bastante explícito: Izquierda y
progresismo: la gran divergencia (subrayo “gran divergencia”). La moral que se
desprende de la nota de Gudynas es que sin los instrumentos teóricos y la
voluntad política de lo que postuló hace algunos decenios en la región la
llamada “izquierda clásica” , los límites de las experiencias “progresistas”
latinoamericanas actuales (entre las que encuentra “diferencias notables”) son,
por lo menos, bastante estrechos.
La señora Rauber, en su ejercicio de demolición de la nota de Gudynas (a quien, entre otras cosas, acusa de escribir en forma confusa) incluso le imputa elogiar al CIDH, sigla que corresponde a la Comisión y a la Corte Interamericanas de Derechos Humanas. En el artículo de Gudynas, no encontré mención alguna al CIDH.
Por cierto, no es suficiente leer el artículo de la señora
Rauber para saber qué escribió y quiso decir Gudynas. Es necesario leer el
artículo de Gudynas para conocer las ideas que éste expresó en el mismo. El
artículo de Gudynas puede encontrarse en ALAI, América Latina en Movimiento del
24/12/13. Pero no es mi propósito hacerme el abogado de Gudynas sino comentar
brevemente algunas de las ideas expuestas por la señora Rauber en su artículo.
No cabe menos que compartir lo que sostiene la señora Rauber en
el sentido de que el camino de los cambios sociales a los que aspiran las
mayorías es complicado, lleno de obstáculos y de algunos interrogantes no
resueltos.
Comenzaré por citar textualmente algunos párrafos de su
artículo, que he agrupado en dos temas: 1) la teoría y el método y 2) la
crítica del sistema capitalista y las perspectivas de un cambio social radical.
1. Sobre la teoría y el método escribe la señora Rauber:
“Analizar con parámetros
de ayer la realidad del presente es fuente segura de errores”.
“El autor [Gudynas]
presenta sus enfoques aún atrapado por los límites del pensamiento lineal
fragmentario propio del siglo XX”
“Recuperar la dimensión
analítica y sistémica de la categoría “modo de producción””
“En relación con esto,
está claro que los caminos de la transición hacia la nueva sociedad y el nuevo
mundo cuyo horizonte se redefine y abre con la llegada de estos gobiernos de la
“nueva izquierda progresista” latinoamericana , ya no pueden analizarse con los
lentes de una lupa del siglo XX, cuyos parámetros pertenecen a un mundo y un
tiempo histórico que ya no existe”.
“Es interesante notar que
en el tiempo en que los posmodernistas anunciaban el fin de la totalidad y del
“relato” colectivo, revive con fuerza el pensamiento científico que argumenta
la concatenación universal de los fenómenos en la naturaleza y en la sociedad.
Por supuesto, se trata de una totalidad nueva, profundizada y ampliada con el
apoyo de la nano-sociología hasta lo macro, siempre con la mirada integradora
que anuncia que lo analítico (fragmentado) es parte de un fenómeno social mayor
al que se articula y que en esa articulación se define socialmente, o más
exactamente, se interdefine permanentemente en procesos de interacción
constante y redefiniciones mutas, cambios, saltos… Tales son las dinámicas
sociales dialécticas, más precisamente identificadas ahora como tales, por la
denominada “teoría de la complejidad””.
La señora Rauber, además de olvidar que, por lo menos desde
Marx, se ha elaborado y escrito mucho y en profundidad sobre la categoría “modo
de producción”, que ahora propone “recuperar” entierra, sin mayores ceremonias,
todo el pensamiento teórico y la acción práctica política, económica y social,
incluidos los del siglo XX (los parámetros de ayer fuente segura de errores,
límites del pensamiento lineal fragmentario propio del siglo XX, lupa del siglo
XX, etc).
Niega el papel creador autónomo de la teoría (cuyas hipótesis
deben, por cierto, verificarse en la práctica: unidad e interacción dialéctica
de la teoría y de la práctica) olvida que sin teoría revolucionaria no hay
movimiento revolucionario, que éste debe estar dotado de un proyecto que motive
a los oprimidos y explotados. Recuérdese la famosa frase de Marx sobre la abeja
y el arquitecto: la abeja construye el panal sin haberlo concebido previamente
en su cabeza, el arquitecto construye la casa habiendo ya pensado el proyecto.
La señora Rauber escribe que el pensamiento del siglo XX es lineal
y fragmentario, olvidando el método dialéctico materialista que no tiene nada
de fragmentario y que en el plano epistemológico propone la dialéctica de lo
abstracto y lo concreto: de la experiencia sensible a la abstracción y de esta
a lo concreto pensado en sus múltiples determinaciones.
(Véase Marx Introducción
a la crítica de la economía política, 1857, Cap. III, El método y Grundrisse,
Tomo I, Introducción, par. 3: El método de la Economia Política).
Marx también escribió sobre su método en Miseria de la Filosofía
(1847), Capítulo II, La metafísica de la economía política- El método y, junto
con Engels, en La sagrada familia, (1844), Capítulo V, párrafo II, El misterio
de la construcción especulativa).
Metodología imprescindible no sólo en las ciencias sociales sino
también en las ciencias llamadas “duras”.
¿Qué nos propone en cambio la señora Rauber? Una nueva rama de
la sociología: la “nano-sociología”, es decir la sociología a nivel de lo
infinitamente pequeño, de los átomos y las moléculas. Sin comentarios. Y la
“teoría de la complejidad” que otros llaman “teoría de los sistemas complejos”.
Se habla también de los sistemas complejos autorregulatorios.
Serían sistemas complejos autorregulatorios los sistemas vivos
que tienen la capacidad de recibir e interpretar información procedente de su
interior o del medio circundante y, a partir de la misma y de sus propios
requerimientos vitales, transformar su estructura y su funcionamiento dentro de
ciertos límites, con el objetivo, aparentemente contradictorio, de
transformarse y simultáneamente conservar su identidad. Esta característica
recibe el nombre de homeostasis, autorregulación o auto ajuste: el sistema
modifica sus variables de manera tal que logra alcanzar una estabilidad
dinámica lo más parecida posible al estado existente antes de recibir la
información. Los defensores de la perennidad de la economía de mercado dicen
que el mercado capitalista es un sistema autorregulatorio: después de una
crisis se autorregula, recobra su equilibrio y todo vuelve a la normalidad.
2. La crítica del sistema capitalista y las perspectivas de un
cambio social radical.
La señora Rauber escribe:
…”Estas polémicas…ahora tienen lugar en la realidad de un nuevo
sistema-mundo regido por la hegemonía global del capital”…
“Ser revolucionario es
ser parte del proceso colectivo de cambio del mundo en sentido de justicia,
equidad, paz, progreso humano, en el sentido y con el contenido que esto tiene
para el horizonte revolucionario”.
“Se trata de una pulseada
permanente con el poder del capital en general y con los nichos de su hegemonía
que están dentro de nosotros mismos”.
”Reflexionar sobre esto ayudará a pensar hasta dónde un proceso
de cambios sociales raizales puede avanzar dentro del capitalismo, realidad
sociopolítica, económica y cultural en la que viven y se desarrollan todos los
países, gobiernos y procesos del mundo, y desde la cual y en la cual también
creamos, construimos los cambios y pensamos la transición”.
”¿Acaso supone el autor que los que ganaron las elecciones
podrían romper inmediata y tajantemente con el capitalismo? ¿Cómo?, ¿con cuáles
fuerzas sociales?, ¿con cuales propuestas?, ¿reemplazándolo con qué sistema?,
¿apuntalando cuál civilización? ¿Acaso considera el autor que ya existe,
prefabricado, el nuevo sistema productivo-reproductivo social que puede
reemplazar al del mercado, y que solo se trataría de “aplicar” su recetario a
las realidades concretas? ¿Se trata acaso de “aplicar” o de crear, construir y
apostar a lo nuevo, conociéndolo en la medida que se lo va creando y
construyendo? Estas son solo algunas interrogantes que pueden estimular el
pensamiento colectivo acerca de estas problemáticas de fondo”.
“Si se acepta que los
procesos todos se desarrollarán durante bastante tiempo dentro del capitalismo,
es de suponer entonces, pulseadas constantes, palmo a palmo, con el poder del
capital, luchando por construir, sostener y desarrollar desde abajo otra
hegemonía, popular, orientada a abrir cauces a una nueva civilización, anclada
en el Buen Vivir y Convivir”.
“Que estas reflexiones
contribuyan a promover debates necesarios acerca de la transición hacia el
mundo nuevo, alentando la búsqueda de un nuevo modo de producción y
reproducción que haga posible el Buen Vivir y Convivir entre la humanidad y la
naturaleza, anclado en nuevos paradigmas de bienestar, progreso, desarrollo y
democracia, alimentando así un nuevo pensamiento critico revolucionario que nos
convoca hoy a defender la vida atravesando los campos minados por el capital,
sin entrenamiento previo”.
La señora Rauber, cuando escribe que la hegemonía global del
capital es de ahora, olvida que la hegemonía global del capital existe desde
que existe el capital como sistema, con el paréntesis parcial y finalmente
fracasado del socialismo real y olvida que la mundialización existe según
algunos estudiosos desde el descubrimiento de América y la colonización y, sin
duda, desde hace más de cien años con el imperialismo y con algunas
particularidades que se remontan a algunos decenios que no han modificado, sino
acentuado, su esencia explotadora y alienante. Sobre el estado actual de la
explotación capitalista y otros temas, CEPRID me publicó el 29/12/13
“Explotación capitalista: tiempos modernos y tiempos actuales”
(http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1796).
La señora Rauber pronostica que hay capitalismo para rato (“una
pulseada permanente con el poder del capital”, “Si se acepta que los procesos
todos se desarrollarán durante bastante tiempo dentro del capitalismo”).
La señora Rauber formula una serie de preguntas que deja sin
respuesta. Es decir no tiene propuestas salvo un incierto futuro de “justicia,
equidad, paz, progreso humano” y de “nuevos paradigmas de bienestar, progreso,
desarrollo y democracia”, con la terminología de un político burgués en plena
campaña electoral.
No se ha ocupado la señora Rauber en su artículo ni la ha
mencionado una sola vez la cuestión crucial que está planteada desde hace rato,
que la profundidad de la crisis actual ha puesto al orden del día y que
constituye el núcleo de un cambio social radical: la abolición de la
explotación capitalista.
La señora Rauber, queriendo replicar a Gudynas, con su artículo
no ha hecho otra cosa que confirmar la tesis de este último: el abandono de lo
que Gudynas llama la izquierda clásica, que yo prefiero llamar la crítica
marxista del capitalismo y un proyecto de sociedad socialista que implica la
abolición de la explotación capitalista y la instauración de una democracia
participativa sin líderes providenciales con virtudes mágicas, conduce
inevitablemente al callejón sin salida de un “progresismo” que no tarda en
revertirse en “regresismo”.
Marx, como desde hace ya cierto tiempo lo reconocen economistas
y otros pensadores de distintas especialidades y tendencias, tiene rigurosa
actualidad.
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