En la historia del Peru, el papel protagonico de la mujer siempre ha destacado y un caso
concreto que recordamos es la siempre particiácion activa y
combativa de la Prof. Ines Valdivia en la lucha magisterial que le costo a sus 23 años de
edad terminar por siempre en una silla de ruedas
producto de la criminal paliza de la policia. Estamos seguro
que si élla hubiera respondido de la
misma forma con los “con los
chacales de la Policia Nacional” no cabe duda alguna, hubiera sido injuiciado y presa como lo están hoy siendo los dos profesores provincianos por actuar defensivamente.
Sobre el tema, adjuntamos para la reflexión
y difusión una nota periodística publicada
por Diario UNO
Maestra coraje en
las calles de Lima
En 1980, con patadas en la columna, la dejaron inválida y sin trabajo; sin
embargo, ella sigue manifestando su solidaridad con sus colegas.
DENIS MERINO
Aunque
la mayoría de los maestros jóvenes no conocen su historia y otros de más edad
la saludan y le demuestran admiración, en las marchas de los últimos días en
las calles de Lima se apreció la figura de Inés Valdivia Malpartida en su
inseparable compañera: la silla de ruedas.
Conocida
como la maestra coraje y décadas atrás como “símbolo vivo del Sutep” la odisea
de la profesora, condecorada en varias oportunidades por la labor gratuita que
despliega con la gente de extrema pobreza que vive en los asentamientos humanos
de San Juan de Lurigancho, forma parte de la historia del magisterio nacional.
Graduada
de profesora de matemáticas en la Universidad La Cantuta, en la víspera del Día
del Maestro cuando con sus 23 años se desempeñaba como dirigente del comité de
lucha del Sutep y se ubicaba en primera fila de la marcha de maestras, fue
convocada con otras tres compañeras al despacho del entonces ministro de
Educación José Guabloche del gobierno de Morales Bermúdez.
En
dichas oficinas las profesoras que pensaban lograr un arreglo a la paralización
se encontraron con un ofrecimiento de dádivas para ellas listo en un documento.
Inés, sin pensarlo dos veces, cogió el papel y salió corriendo hacia la Plaza
de Armas con la finalidad de mostrar la prueba de la infamia a sus colegas.
Lamentablemente
el poncho rojo que usó ese día la delató y los policías la ubicaron de
inmediato cuando llegaba a la céntrica plaza. Intentó introducir el documento
en la boca pero era tarde, fue golpeada salvajemente en la columna hasta ser
desmayada.
“Lo
único que recuerdo es que desperté en el hospital y no tenía ya el documento
del chantaje, me dolía todo el cuerpo, no sentía mis piernas, el pronóstico medico
era reservado” recuerda.
Precisamente
un autor teatral se inspiró en su historia para escribir un pequeño libro
titulado “La del poncho rojo”. También se editaron libros y muchos artículos
periodísticos sobre su caso.
Ese
día empezó su odisea, de hospital en hospital. Tuvo que rematar un pequeño
departamento que había adquirido en La Victoria para pagar los gastos de su
recuperación y adquirir una silla de ruedas después que un reconocido neurólogo
le informo que por los golpes a la columna no volvería a caminar.
La
expresión “sobre piedras palos” se puede aplicar a Inés porque aparte de quedar
inválida fue despojada de su puesto de profesora. “Tenía invalidas las piernas
pero no el cerebro que hasta ahora me funciona bien”, dice.
Los
diferentes gobierno que sucedieron desde entonces, principalmente el aprista,
le ofrecieron reintegrarla al magisterio y conseguirle una vivienda si aceptaba
formar parte de la agrupación de maestros del partido, lo que ella desecho. “De
ninguna manera iba a hipotecar mi conciencia ni dejar de lado los ideales que
me acompañan toda la vida”, puntualiza.
PARAPLÉJICA
En una oportunidad, mientras se desplazaba con su silla por la avenida Abancay un ómnibus la arrolló dejándola parapléjica, las bases magisteriales exigieron a la ministra Mercedes Cabanillas que les descuente una pequeña cantidad de sus sueldos para que pueda viajar a rehabilitarse en Alemania lo que en parte sucedió.
En una oportunidad, mientras se desplazaba con su silla por la avenida Abancay un ómnibus la arrolló dejándola parapléjica, las bases magisteriales exigieron a la ministra Mercedes Cabanillas que les descuente una pequeña cantidad de sus sueldos para que pueda viajar a rehabilitarse en Alemania lo que en parte sucedió.
“Pude
mover de la cintura para arriba pero la plata no alcanzó para proseguir el
tratamiento y arreglar mis piernas, regresé con la esperanza de conseguir
dinero y volver pero ya no fue posible como tampoco Cabanillas cumplió con
devolverme mi puesto de maestra”, dice con tristeza.
Sus
desgracias no amilanaron el carácter de Inés que se dedicó a vender sánguches,
dulces y ahora deliciosas empanadas que elabora en su humilde choza pero como
señala “con mucho cariño y muy sanas”.
Sin
embargo, no pudo dejar su vocación de maestra. “Desde que estudiaba con las
religiosas en mi colegio de Tingo María decidí que tenía que ser profesora por
lo cual vine a estudiar a La Cantuta, aunque de otra forma la sigo ejerciendo”.
Inés
se ha convertido en la maestra de los humildes niños de los cerros de Canto
Grande a donde la suben cargada las madres de familia de esas comunidades a
quienes además enseña manualidades “para que puedan salir adelante” y asesora
en sus reclamos a los colegios de San Juan de Lurigancho o las acompaña a
efectuar gestiones en los hospitales.
“No
recibo dinero pero sí algo mucho más valioso que es el cariño de los niños y el
agradecimiento de esas madres a muchas de las cuales considero como mi segunda
familia”, refiere.
Ahora
que el magisterio se moviliza, ella va junto a ellos pero tratando de tener un
perfil bajo. “Tengo que ser solidaria con mis colegas y sus justos reclamos,
qué importa que muchos no me conozcan, mi conciencia me dice que tengo que
apoyarlos”, dice, mientras se acomoda en los jardines de la Plaza San Martín
para pernoctar en ellos.
Cuando
un periodista televisivo que la entrevistó en diversas oportunidades quiso
acercarse la “maestra coraje” se escondió. “No quiero que piensen que quiero
aprovechar esta situación para mi beneficio cuando lo único que hago es
expresar mi solidaridad”, precisa.
Hace
cuatro años, y en mérito a su gratuita labor en los cerros de San Juan de
Lurigancho, la Marina de Guerra y la empresa Telefónica, como una forma de
promover los valores cívicos y morales como tributo al Caballero de los Mares,
la distinguieron en el certamen “Somos Grau, seámoslo siempre” junto a otras
dos personas como reconocimiento a la labor desplegada.
A
raíz de la premiación fue felicitada por diversas personalidades y un supuesto
empresario la condujo a un local de Chorrillos para obsequiarle una camioneta
en que pueda movilizarse y ayudar a las familias que apoya.
“Lamentablemente,
como en otras oportunidades, solo quedó en ofrecimiento. No quería el vehículo
para mí sino para los niños, muchas veces se presentan en esos pueblos
situaciones de emergencia y no tienen cómo llegar a los hospitales y otros,
para mí no necesito nada, vivo en paz en mi casita”, dice con un tono de
convicción que no deja lugar a las dudas.
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