LECCIONES DEL VOTO DE CONFIANZA
LECCIONES DEL VOTO DE CONFIANZA
Por Diario UNO el agosto 20, 2016
La aprobación casi unánime del voto de confianza otorgado al
Gabinete Ministerial del presidente Pedro Pablo Kuczynski no debería llamar la
atención, porque tiene el respaldo de la lógica, si se tiene en cuenta, contra
lo que sostienen los que juegan con la democracia y solo la usan para su
angurria de poder, se trataba de poco más que un trámite o un ritual en el que
el equipo del nuevo gobierno presentó sus planes, sin más obligación –según
anotó atinadamente un veterano político y abogado– que hacerlos conocer al
conjunto de parlamentarios y al país, a fin de recibir a cambio el voto de
confianza o investidura, algo así como la luz verde para ponerse a trabajar.
Solo el afán de la secante y vertical mayoría fujimorista, de
hacer alarde de su mayoría, llenó el hemiciclo de amenazantes insinuaciones
sobre la posibilidad de que negaran la confianza y de exigencias que el premier
Fernando Zavala atendió en parte, en un exceso de generosidad, pues, según el
político citado, no tenía que hacerlo, ya que no se trataba de un acto de
fiscalización (como una interpelación), sino de simple presentación para dar a
conocer los planes del nuevo Ejecutivo, para conocimiento de los legisladores.
Pero además de lo formal, hubiera sido inconsecuente que, por
ambiciones políticas y rencores, le negaran la confianza a un gobierno que, en
lo esencial, mantiene la misma política económica que el fujimorismo reclama
casi como su patrimonio.
Pese a esa coincidencia, la mayoría opositora magnificó sus
reproches por aspectos accesorios, principalmente por la continuidad de
funcionarios del anterior gobierno y por una supuesta falta de decisión de la
nueva administración para denunciar eventuales casos de corrupción del pasado
gobierno nacionalista.
La puesta en escena fujimorista podría considerarse puro teatro,
pues para muchos era seguro que otorgarían la confianza, entre otras cosas
porque negarla hubiera sido ir contra su propio credo neoliberal y
políticamente desestabilizador, abriendo como principal posibilidad una segunda
negativa que hubiera dado paso a la disolución del Congreso y a nuevas
elecciones legislativas.
En esos nuevos comicios, con absoluta seguridad, se hubiera
diluido la ahora aplastante mayoría fujimorista, principalmente porque el
pueblo, que mayoritariamente votó por el actual jefe de Estado y, con espíritu
democrático, quiere que se le deje gobernar, castigaría en las urnas al
fujimorismo y sus ínfulas de partido serio y moderno.
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