ES JEFE DE LA MAFIA
QUE GOBERNÓ EL PERU
Alan García, el ladrón
que cree que todos son de su condición, no solo ha sido acusado de coimas,
vínculos con el narcotráfico y otros delitos. No hay ningún sector del gobierno y del Estado
donde no haya dejado su huella indeleble de corrupción y manejo mafioso. Como sostenía
don Herbert
Mujica Rojas, hizo cuanto le fue posible para destrozar no sólo al Partido
Aprista, sino también, y sobre todo, a la política nacional. Lo inmoral tornó
en directiva, la zancadilla y el engaño en voz de orden, la picardía y trampa
en ley de comportamiento.
Publicado
en Hildebrandt en sus Trece
“Quienes tienen techo de vidrio que no hablen de moralidad (de mí
moralidad)”. Este es el nuevo principio lanzado por Alan García y recogido como
titular de domingo para una entrevista de Mariela Balbi, por sus amigos de El
Comercio, y que en buena cuenta quiere decir que después de lo resuelto por el
juez Velásquez Zavaleta, que le ha otorgado un aparente parapeto legal para no
ser investigado, la contraofensiva que anuncia el ego colosal es la de prometer
destruir la imagen pública de sus adversarios para que queden a la altura de la
suya.
Ya se había visto la intención cuando
se lanzó el primer brulote contra Sergio Tejada revolviéndole un aspecto de su
vida juvenil, cuando engendró un hijo que la madre no quiso que reconociera
como suyo. Yo sí reconozco a mis hijos, dijo el manganzón que hizo lo mismo a
los 55 años, como si esto tuviera que ver con los narcoindultos y el caso BTR,
y como si su propio caso fuera ejemplar cuando engañó al país en el 2006, al
presentarse como una familia feliz, cuando sólo había vuelto con Pilar Nores
como cartel de propaganda para las elecciones.
Ahora el caballito de batalla es
clavarle Humala la acusación de que como capitán del Ejército en el Huallaga,
cobraba por permitir los aterrizajes y despegues de aviones desde aeropuertos
clandestinos. La prueba para realizar una declaración de estos alcances contra
el que mal que bien es el presidente de la república, es una sola: un reportaje
de Pablo O’Brien del año 2011, usado como parte de la campaña anti-Humala entre
primera y segunda vuelta, y que nadie había tomado realmente en serio por falta
de evidencias concretas.
Pero, otra vez, ¿qué es lo que está
realmente tratando de decir Alan García? Todo indica que a lo que se refiere es
a que no puede ser investigado por haber dado libertad a casi tres mil
procesados por narcotráfico, 400 de ellos por delito agravado de
tráfico de drogas, clanes familiares y bandas completas, si es que quién dirige
el gobierno podría haber sido el capitán de los aviones del Huallaga.
En conclusión, García se siente en
condiciones de presentarse como superior moralmente al presidente de la
Megacomisión (por el tema de los hijos) y al presidente de la república, al que
quiere convertir en más amigo del narcotráfico que él. Una manera de defenderse
atacando, ya que no hay manera de explicar por qué tuvo tanta predilección por
poner en libertad a personas de la mafia de las drogas.
Viejas
historias
Toda la construcción de García es
mentirosa. Por ejemplo en el caso de la camioneta vendida Nissan Frontier a los
Sánchez Paredes en julio del 2003, que se menciona en la entrevista del
domingo, su defensa consiste en decir que puso un aviso en la prensa y
curiosamente quién se presentó a comprar fue un señor Belisario Estevez que
había sido viceministro en su primer gobierno y que era casualmente funcionario
y accionista de las empresas de los Sánchez Paredes. Estas extrañas
coincidencias que forman parte de la exagerada vida de García se añaden al
detalle que el vehículo fue adquirido al importador, menos de un año antes de
su reventa, a 18 mil dólares, con un precio de lista de 29 mil dólares, y fue
vendido a 22 mil dólares, con una ganancia de 4 mil dólares. Más aún Estevez
registró la operación a nombre de una de las empresas del grupo para el que
trabajaba. Los Sánchez Paredes ya eran investigados en esa época por lavado de
dinero y narcotráfico. Dos hermanos del clan fueron asesinados a balazos en
relación a tema de drogas.
En el 2006, en plena campaña que lo
llevaría a la presidencia García necesitó dinero para pagar el alquiler de un
avión que debía traerlo de Puno para el mitin de cierre de la
primera vuelta, y a quiénes acudió para pedirles ayuda fue a uno de los
prominentes miembros de la familia Sánchez Paredes que le depositó 5 mil dólares
en una cuenta bancaria, por una simple llamada telefónica. Años después, cuando
se descubrió este hecho, el entonces presidente dijo que no sabía quién había
enviado la plata y que no se iba a “ensuciar” por tan poco dinero. Entonces se
metió la mano en el bolsillo para extraer 5 mil dólares y ordenar que se les
devolviera lo “prestado”.
Igual ocurre con la historia de la
foto de García con el narco colombiano Oscar Fernando Cuevas Cepeda, que
apareció publicada en la revista Semana de ese país, el 2 de junio del 2006, y
que se explicaría según nuestro escurridizo expresidente por eso de que uno
nunca sabe quién se le pone al lado. Pero en este caso la foto fue tomada en la
residencia del mafioso, y es más difícil creer que el expresidente no supiera
adónde había ido. En ese mismo ligar además fueron ponchados el venezolano
Carlos Andrés Pérez y el argentino Saúl Menen. En la edición de La Semana,
García era presentado como amigo de un lavador de dinero que movía 50 millones
de dólares por semana, ¿cómo no iba a recibir la visita de los políticos menos
escrupulosos de América Latina?
EL
ININVESTIGABLE
Arguye García en su defensa, “en
ningún caso hay un narco que haya dicho: yo le pagué a Alan García para
despegar mis avionetas con droga en el Huallaga”. Y eso es todo, cuando de lo
que debería responder es de narcoindultos y conmutaciones, de amistades peligrosas
en el Perú y el extranjero. Que Ollanta se ocupe de O’Brien por lo que afirmó
hace años y no ha retomado, ni profundizado. Pero eso no cambia la presunción
criminal sobre García, ni reduce la gravísima responsabilidad del juez
Velásquez de erigirse en su salvador y patrocinador.
Y es falso que el problema sea
detener una inhabilitación que ya se veía venir por un tubo y que nos privaría
del inmenso placer de ver a García mostrando sus artes de candidato en la
elección de 2016. En realidad juntar los votos para castigarlo políticamente
por los actos contra la Constitución y la moral pública de su segundo gobierno
era muy difícil, especialmente porque dependía de los cálculos del fujimorismo
y de un Congreso fragmentado. Basta ver el recule que está produciendo en la
Megacomisión el almirante naranja Carlos Tubino, llamando a acatar el fallo
prevaricador de Velásquez Zavaleta para entender a lo que nos estamos
refiriendo.
El verdadero problema de García ha
sido y es el de evitar el debate del pleno donde sería más difícil repetir
las mentiras y evasivas que le permiten sus entrevistadores amigos.
Evidentemente hay cosas que García no puede explicar ante el país. Por eso sus
abogados y el juez Velásquez han tratado de evitarle ese trance, sobre todo después
del papelón de sus dos presentaciones ante la Comisión Tejada. Por esto mismo,
el camino que debería seguir el Congreso si tuviera un mínimo de soberanía,
sería llevar los informes de inmediato al debate del pleno, citando a García y
obligándolo a responder. Cualquier otra vía es una trampa para que triunfe la
impunidad.
12.04.14
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