UN MERCADO
CONTROLADO POR POCAS EMPRESAS
A pesar de que existen miles de transnacionales en el mercado global, apenas unos cientos de ellas controlan a las demás: 737 multinacionales monopolizan el valor accionarial del 80% de total de las grandes compañías del mundo, y solo 147 controlan el 40% de todas ellas.Por Juan Hernández Zubizarreta, Erika González Y Pedro Ramiro*
En los
últimos cien años, mientras ha ido avanzando el capitalismo global y los
Estados-nación han venido cediendo parte de su soberanía en cuanto a las
decisiones socioeconómicas, las empresas transnacionales han logrado ir
consolidando y ampliando su creciente dominio sobre la vida en el planeta.
Y es que
aunque, en realidad, los antecedentes de lo que hoy son las compañías
multinacionales pueden situarse varios siglos atrás –se habla de la existencia
de empresas de este tipo ya a finales de la Edad Media, con los ejemplos de la
Banca de los Médici o la Compañía de Indias–, no es hasta finales del siglo XIX
y principios del XX, cuando compañías estadounidenses como General Electric,
United Fruit, Ford y Kodak comienzan a extender sus negocios fuera de su país
de origen, en que las grandes corporaciones empiezan a adquirir un papel de
extraordinaria relevancia en el concierto internacional. Y eso se potencia,
especialmente, en las tres últimas décadas del siglo pasado y en lo que va de
este, ya que el avance de los procesos de globalización económica y la
expansión a escala planetaria global de las políticas neoliberales han servido
para construir un entramado político, económico, jurídico y cultural, a nivel
global, del que las empresas transnacionales han resultado ser las principales
beneficiarias.
Es
evidente el poder que, en términos económicos, tienen las corporaciones
transnacionales. Basta comprobar, por ejemplo, cómo la mayor empresa del mundo,
Wal-Mart, maneja un volumen anual de ventas que supera la suma del Producto
Interior Bruto de Colombia y Ecuador, mientras la petrolera Shell tiene unos
ingresos superiores al PIB de los Emiratos Árabes Unidos. Asimismo, las
compañías multinacionales disponen de un innegable poder político: son moneda
de uso corriente las estrechas relaciones entre gobernantes y empresarios, no
hay más que ver cómo, por citar solo algunos casos, los expresidentes González,
Aznar, Blair y Schröder han entrado en el directorio de corporaciones como Gas
Natural Fenosa, Endesa, JPMorgan Chase y Gazprom, respectivamente; de la misma
manera que, en sentido contrario, Mario Draghi y Mario Monti pasaron de Goldman
Sachs a las presidencias del Banco Central Europeo y del gobierno italiano.
Igualmente,
las empresas transnacionales poseen una extraordinaria influencia sobre la
sociedad tanto en el terreno cultural –las grandes compañías emplean la
publicidad y las técnicas de marketing para consolidar su gran poder de
comunicación y persuasión en la sociedad de consumo– como en el plano jurídico:
los contratos y las inversiones de las multinacionales se protegen mediante una
tupida red de convenios, tratados y acuerdos que conforman un nuevo Derecho
Corporativo Global, la llamada lex mercatoria, con el que las
grandes corporaciones ven cómo se protegen sus derechos a la vez que no existen
contrapesos suficientes ni mecanismos reales para el control de sus impactos
sociales, laborales, culturales y ambientales.
Todo este
poder que han acumulado las empresas transnacionales se ha venido acrecentando,
de forma acelerada, desde los años setenta hasta hoy. Esto es, desde que con la
aplicación de las medidas económicas promovidas por Milton Friedman y la
Escuela de Chicago, el neoliberalismo fue imponiendo su ideología por todo el
globo aprovechando los golpes militares, las guerras, las catástrofes naturales
y las sucesivas crisis económicas para introducir drásticas reformas sin apenas
oposición popular en el marco de "la doctrina del shock”. En los últimos
cuatro años, desde que estalló el crash financiero global, y
siguiendo la máxima de "privatizar las ganancias y socializar las
pérdidas”, las instituciones que nos gobiernan están aplicando en Europa las
mismas políticas que se llevaron a cabo en los países periféricos en las
décadas de los 80 y 90: reformas laborales que recortan derechos laborales
básicos, modificación del sistema de jubilaciones para favorecer los planes de
pensiones privados, aumento de los impuestos indirectos y de la fiscalidad
sobre las rentas del trabajo, reducción de la tributación de empresas y grandes
fortunas,mercantilización de los servicios públicos que todavía quedan por
privatizar, eliminación de la inversión pública en educación, sanidad,
cooperación, dependencia, etcétera.
De este
modo, mientras se inyectan presupuestos públicos millonarios a las mismas empresas
que durante todos estos años se han beneficiado de la falta de regulación del
sistema económico y financiero, la crisis es la excusa para avanzar con más
fuerza en el desmantelamiento del Estado del Bienestar, la privatización de los
bienes comunes y la apertura de puertas al capital transnacional para que pueda
controlar más y más cuestiones que tienen que ver con los derechos
fundamentales de la ciudadanía.
Las
compañías multinacionales controlan los sectores estratégicos de la economía
mundial: la energía, las finanzas, las telecomunicaciones, la salud, la
agricultura, las infraestructuras, el agua, los medios de comunicación, las
industrias del armamento y de la alimentación. Y la crisis capitalista no ha
hecho sino reforzar el papel económico y la capacidad de influencia política de
las grandes corporaciones, que tan pronto hacen negocio con los recursos
naturales, los servicios públicos y la especulación inmobiliaria, como con los
mercados de futuros de energía y alimentos, las patentes sobre la vida o el
acaparamiento de tierras. Asistimos a una crisis sistémica que no es solo
económica, sino también ecológica, social y de cuidados, que está produciendo
estragos en las condiciones de vida de la mayoría de la población mundial.
En este
complejo contexto, resulta imprescindible continuar con la investigación, el
análisis, la denuncia y la movilización en contra de los abusos que cometen las
empresas transnacionales en su expansión por todo el globo. Porque, lejos de
debilitarse con la actual crisis económica y financiera, el hecho es que las
grandes corporaciones continúan fortaleciendo su poder e influencia en nuestras
sociedades gracias a sus renovadas estrategias corporativas y a la constante
aplicación de nuevos modelos de negocio. Por eso, a la vez que se profundizan
las desigualdades y las mayorías sociales ven cómo sus derechos quedan
relegados frente a la protección de los intereses comerciales y los contratos
de las compañías multinacionales, se hace más necesario que nunca fortalecer
las luchas y resistencias en contra de las empresas transnacionales. A la vez,
ha de avanzarse en la reflexión y la construcción de alternativas
socioeconómicas que nos permitan mirar más allá del capitalismo, abriendo
ventanas hacia esos otros modelos posibles, otras realidades que no pasen por
situar a las grandes corporaciones en el centro de la actividad de la sociedad
sino que, justamente al contrario, las desplacen a un lado para colocar en su
lugar a las personas y a los procesos que hacen posible la vida en nuestro
planeta.
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Un mercado
controlado por pocas empresas
¿Qué son
las transnacionales? Una
empresa transnacional (o multinacional) es aquella empresa que está constituida
por una sociedad matriz creada conforme a la legislación del país en que se
encuentra instalada, que se implanta a su vez en otros países mediante
inversión extranjera directa, sin crear empresas locales o mediante filiales,
de acuerdo a las leyes del país de destino. Aunque tenga la apariencia jurídica
de una pluralidad de sociedades, en lo esencial se constituye como una unidad
económica con un centro único con poder de decisión.
El poder
en pocas manos: En el año
2010, había 80.000 empresas transnacionales en todo el mundo, que controlaban
810.000 compañías filiales. Eso sí, a pesar de que existen miles de
transnacionales en el mercado global, apenas unos cientos de ellas controlan a
las demás: 737 multinacionales monopolizan el valor accionarial del 80% de
total de las grandes compañías del mundo, y solo 147 controlan el 40% de todas
ellas.
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