UNA
NOTA DEL PERIODISTA NELSON MANRIQUE
LA
REPUBLICA 03 de Enero de 2017
Una escisión atraviesa a virtualmente
todos los partidos. Comenzaremos por los predios fujimoristas.
El fujimorismo es hoy la principal
fuerza política del país, no solo por su mayoría parlamentaria, sino porque
dispone de una estructura nacional articulada en base a una red de lealtades
clientelares. No es accidental que, cuando Kenji Fujimori fuera descubierto
recientemente entregando dádivas en el sur, respondiera que esa es su manera de
hacer política.
Pero el fujimorismo tiene dos
debilidades que amenazan su hegemonía en el mediano plazo. En primer lugar, la
fragilidad de una bancada parlamentaria con dirigentes de una mediocridad
abrumadora, constituida además por el reclutamiento de notables locales sin una
ideología cohesionadora, retenidos por una ley redactada e impuesta por el
fujimorismo que convierte en parias a los parlamentarios que se atrevan a
abandonar el partido con el que fueron elegidos. En segundo lugar, el conflicto
dinástico que enfrenta a Keiko y Kenji por la candidatura presidencial del
2021.
La negación de Keiko a reconocer su
derrota no solo fue motivada por la humillación de ser derrotada por segunda
vez, cuando aparentemente era la segura ganadora. Tan o más importante, fueron
las consecuencias de su derrota al interior del fujimorismo y en su entorno
familiar inmediato.
Keiko realizó su campaña buscando
desembarazarse de la “pesada mochila” que representaba el prontuario de su
padre. Su paso más audaz en esa dirección fue el discurso en la Universidad de
Harvard, en el que esbozó la imagen de un “nuevo fujimorismo” que rompía con el
pasado corrupto y autoritario familiar y proclamaba una renovación con un
talante democrático y tolerante. Reforzando la idea de un quiebre con un pasado
vergonzoso, a la hora de elaborar las listas parlamentarias, optó por mandar a
un retiro forzado a los escuderos más cercanos a su padre. Martha Chávez, María
Luisa Cuculiza y Alejandro Aguinaga fueron apartados del escenario político
contra la opinión de Alberto Fujimori, que envió una carta pública demandando
que los incluyeran como candidatos. Keiko lo desairó. Con igual determinación
aplastó el intento de rebelión de su hermano Kenji, que insinuó que podría ser
el candidato presidencial el 2021. Keiko cuadró al partido y notificó a su
hermano que podría ser apartado si seguía en esa dirección, haciéndolo
retroceder en toda la línea.
Pero fue imposible mantener la
ficción de un fujimorismo renovado. Primero se hizo público que el financista
principal de Keiko, Joaquín Ramírez, que aparte de fondos aportó los locales y
vehículos para la campaña y que ocupaba la Secretaría General del partido,
estaba comprometido en una investigación de la DEA norteamericana por lavado de
activos procedentes del narcotráfico. A esto se añadió la burda maniobra del
nuevo Secretario General, José Chlimper, de recurrir a la adulteración de un
audio para desacreditar la denuncia. El esquema ganador entró en crisis y Keiko
llevó la campaña de tumbo en tumbo, hasta terminar adoptando el talante cínico
y autoritario del fujimorismo añejo, un viraje que contribuyó decisivamente a
su derrota.
Mientras tanto, Kenji terminó
convertido en el vocero del descontento paterno y de las quejas y protestas de
los fujimoristas históricos, todo públicamente expuesto en desplantes como no
ir a votar por su hermana, ni en la primera ni en la segunda vuelta. Todo
hubiera quedado en el olvido si Keiko hubiera ganado las elecciones. Pero
perdió, y los reclamos y reproches embalsados debieron amargarle profundamente
la vida. Tanto Keiko como Kenji se han encargado de mantener este pasado
vigente, Keiko con su ostentoso retiro a sus cuarteles de invierno por todo un
semestre y Kenji realizando intensas giras proselitistas por el sur, que
reafirman el carácter bifronte del fujimorismo que está en el horizonte.
Debe reconocérsele a Kenji sin
retaceos, como un mérito destacable, su decisión de aprender a hablar quechua.
Se puede especular con que quiere competir con Verónika Mendoza, pero sea cual
sea su motivación, ella está orientada en la dirección correcta, contribuyendo
al reconocimiento de vastos sectores sociales históricamente discriminados.
Ojalá en unos años no haya ningún candidato que no sea capaz de comunicarse con
los quechuahablantes en su propia lengua.
En buena medida qué vaya suceder en
el pulseo entre los hermanos Fujimori por el poder va a depender del desempeño
de la bancada parlamentaria fujimorista. El talante matonesco exhibido este
semestre ha constituido un torpedo en la línea de flotación para las
aspiraciones presidenciales de Keiko y sería suicida persistir en esa línea.
Mientras tanto, Kenji observa.
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