UN GRUPO DE MILITANTES NO DESEA IR EN
ALIANZA CON SUSANA VILLARÁN A LAS ELECCIONES DE LIMA
David Escobar Galindo escribía: “A veces da la impresión que
los partidos políticos tienen propietarios, pero no en la concepción
capitalista de la propiedad, sino una especie de señores feudales, donde todos
sus militantes son parte del feudo. El que osa desafiar al señor feudal de
turno, tiene que irse expulsado, denigrado y hasta desprestigiado. Aunque el
tiempo demuestre que tenía razón y como en la fantástica fábula política de
Orwell, Animal Farm, terminen haciendo tarde o temprano, lo mismo que el
expulsado sugería”.
Al
parecer, en EL PARTIDO PERU POSIBLE las
cosas no andan tan bien, un grupo de militantes
rechaza ir el alianza con Susana Villarán a las elecciones de Lima. Hay más de un
militante que se ha pronunciado por impugnar la decisión tomada por la
dirigencia Nacional. Las explicaciones van y vienen. Una vez más en los llamados partidos democráticos la democracia no existe, las decisiones se
imponen al caballazo. Estos
lamentables hechos que causan un daño grave a los partidos, han generado desconcierto
al interior del partido Perú Posible, las explicaciones van y vienen. Por constituir una opinión
valiosa, reproducimos en su totalidad LA NOTA DE PRENSA enviada a
nuestro
correo.
JUAN SHEPUT CON MILAGROS LEIVA SOBRE PERÚ POSIBLE
En el programa de la destacada periodista Milagros Leiva, No
culpes a la Noche, tuve la oportunidad de hablar sobre la crisis de Perú
Posible y mi declinación a la precandidatura a la Alcaldía de Lima por el
cambio en las reglas de juego en el proceso electoral interno. Aquí la
entrevista:
LE
PUEDE INTERESAR
miércoles,
7 de mayo de 2014
El
caudillo está “desnudo”
En
su célebre cuento “El traje nuevo del
emperador”, Hans Christian Andersen nos relata que hubo una época en que
paralizados por el temor de no querer contradecir los deseos del Rey,
cortesanos y súbditos alababan el “traje”
que creía llevar el emperador hasta que un niño, pobre en recursos pero rico en dignidad, le gritó que estaba desnudo. El Rey había
creído a ciegas en el engaño de unos adulones e intrigantes quienes lo
convencieron de que podían confeccionar un traje que sólo verían algunos privilegiados. La actitud del niño movió conciencias
generando comentarios en voz baja que el
Rey, efectivamente iba desnudo, hasta que este último se dio cuenta que había
sido engañado y que era indudable que no
llevaba ni una prenda de vestir sobre él. Fuera de sí y avergonzado por el
escándalo, ordenó se capture a los pícaros. Ya era tarde, los adulones e
intrigantes habían escapado.
Augusto
Álvarez Rodrich en un buen artículo publicado ayer en La República y que inspira esta nota, escribe sobre la borrachera
de poder de algunos de nuestros gobernantes. Señala que esta los hace incurrir
en posturas lamentables o pintorescas, según sea el caso. La falta de humildad y el exceso de orgullo
(Augusto escribe sobre el exceso de hubris o el orgullo que ciega) sería la
causante de estas posturas, vergonzosas de algunos inquilinos del poder.
Me
gustaría complementar lo señalado con lo
escrito por el gran intelectual francés Raymond Aron en un célebre prólogo a la obra de Max Weber
“El científico y el político”: el principal pecado de un político es la
soberbia y, practicarla sin límites, lo lleva al despeñadero.
Eso
suele suceder en países sin instituciones sólidas y estamos atravesando una
serie crisis de institucionalidad es cierto. Pero ocurre con mayor frecuencia
cuando los que tienen que llamar al orden al gobernante o al soberano se
inhiben, sea por temor, adulación, conveniencia o simplemente por falta de
personalidad, permitiendo que tome decisiones o se conduzca de un modo
soberbio, sin límites.
En
países como el nuestro no hay tradición
en costumbres como la romana Memento Mori que consistía en recordar al oído de los generales, que regresaban
victoriosos, su mortalidad. Lo hacían
para evitar que cayeran en manos de la soberbia. Y no hay tradición porque en los partidos no se ha fomentado la
práctica de una discusión abierta y sincera que enfrente al caudillismo imperante.
¿A
quién le corresponde recordarle a los gobernantes “que son mortales” o que
“están desnudos”? si están en la jefatura de la Nación pues a los ministros de
Estado y si están al frente de sus partidos pues a los dirigentes políticos.
¿Pero qué pasa cuando ministros y dirigentes compiten en ser simples
secretarios? Pues sucede lo que estamos viviendo, hay una crisis de institucionalidad,
predomina el caudillismo y reina la soberbia. Todo empeora si agregamos a lo
mencionado la práctica de la adulación,
tan lamentable en el caso reciente de alguna ministra, que, a su lado, convierte a Felpudini en un personaje
contestatario.
Es
necesario reconstruir el sistema de partidos y diseñar estructuras políticas
que fomenten la aparición de cuadros, la promoción de liderazgo y la
desaparición del caudillismo. El país no puede continuar así.
Juan
Sheput
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