¿POR QUÉ PERDONAMOS EL CINISMO POR ENCIMA DE LO MORAL?
Fuente: Cuarto Poder
Negar lo evidente reiteradas veces ha sido el modus
operandi de los políticos que aspiran al sillón presidencial. Como sociedad,
¿por qué perdonamos el cinismo por encima de lo moral?
Si hay algo en común en la política peruana es el cinismo
porque aquí se miente con descaro. Sin duda el episodio más reciente fue ver a
los voceros de César Acuña: Anel Townsend fue primero y también al ex decano
del Colegio de Abogados de Lima, Vladimir Paz de la Barra, relativizando las
acusaciones de plagio del líder de Alianza Para el Progreso.
Pero el rol estelar fue del propio líder, César Acuña,
primero por su tesis de la Complutense. Y luego defendiéndose a punta de
negaciones, de la denuncia del plagio de un libro completo escrito por un
profesor.
Pero, más allá de este episodio hasta ahora estelar que
solo le ha valido dos puntos en las encuestas, en esta misma línea del cinismo,
cabe preguntarse, ¿cómo ha tomado el electorado un acomodo de antología, el de
Lourdes Flores Nano?
Dos enemigos acérrimos unen sus partidos en la llamada
Alianza Popular. Apra-PPC y hasta el momento, por cierto, no superan el 5% en
la intención de voto. La maroma ética de Lourdes Flores pasará a la historia.
Ella persiguió a García durante años, tratando de probar un supuesto
enriquecimiento ilícito y en el camino incluso fue hasta humillada por el que
ahora es su aliado político.
En esta ruta del cinismo político peruano, imposible dejar
de mencionar el tema de las agendas de Nadine Heredia, cuya pertenencia y letra
la primera dama negaba, no las reconocía como suyas.
Pasaron los meses y las investigaciones determinaron que
sí era su letra, que las agendas eran suyas, ante lo cual, tuvo que admitir lo
que, para todos, menos para ella, era evidente.
Ya regresando a la campaña, el otro actor estelar del
cinismo es el candidato ex presidente, Alejandro Toledo, antes por el caso
Zaraí y ahora frente al caso Ecoteva y la mansión de Casuarinas a nombre de su
suegra. Ni siquiera PPK se salva de esta crónica del cinismo, pues no olvidemos
que en las elecciones pasadas ofreció renunciar a su nacionalidad
estadounidense. Eso nunca se produjo y fue su ambición por tentar la
presidencia una vez más lo que lo obligo ahora sí a renunciar de verdad a su
pasaporte norteamericano.
Por otro lado, todos conocemos las dotes orales e
histriónicos de Alan García, el candidato que quiere ser por tercera vez
presidente del país, ha enfrentado las innumerables acusaciones en su contra.
La última y tal vez la más letal, 232 indultos, de los cuales 72 fueron por
casos de tráfico ilícito de drogas. Al principio negó todo y luego terminó
pidiendo perdón.
Keiko Fujimori tampoco se salva en esta crónica del
cinismo, recordemos cómo se refería a los delitos de su padre y los cometidos
durante el gobierno de este, la primera vez que postuló a la presidencia en el
2011.
Cinco años después, el cálculo político o la sentida
reflexión – solo ella lo sabe – modificaron sus declaraciones sobre los diez
años del gobierno de su padre.
Los ejemplos sobran, más aún en la política peruana. El
problema de fondo es que somos nosotros mismos, como colectivo, como sociedad,
quienes terminamos valorando los acomodos, el cinismo, por encima de lo moral,
de lo correcto.
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